La Mirada de la FeManuel Pozo Oller

“NO HE VENIDO A SER SERVIDO, SINO A SERVIR” (Mt 20,28)

En el día de Pentecostés, al final de la cincuentena pascual, la Iglesia celebra la venida del Espíritu Santo sobre los Apóstoles reunidos en el Cenáculo en torno a la Virgen María. En esta fiesta la Iglesia celebra también el día del Apostolado Seglar y de la Acción Católica.

La Comisión Episcopal de Apostolado Seglar de la Conferencia Episcopal española nos propone celebrar este año la solemnidad de Pentecostés bajo el lema, tomado del evangelio de san Mateo (20,28), “No he venido a ser servido, sino a servir”. De este modo en su tradicional mensaje enmarcan esta solemnidad dentro de las celebraciones del Año Sacerdotal, convocado por el Papa Benedicto XVI, considerando  que “esta celebración puede ser también una buena ocasión para que todos los cristianos profundicemos en las exigencias de nuestra vocación bautismal”. El mensaje prosigue diciendo que “ciertamente, entre el sacerdocio ordenado y el sacerdocio común de todos los bautizados existe una diferencia esencial. Pero esta diferencia no puede entenderse nunca como separación, sino como complementariedad entre ambos sacerdocios, pues uno y otro proceden del único sacerdocio de Jesucristo. El sacerdocio ordenado está al servicio del sacerdocio común de todos los bautizados. Es más, la persona que ha recibido el orden sacerdotal sigue siendo un cristiano y, por tanto, en él permanecen íntegras la llamada a la santidad y la exigencia del testimonio”.

En consecuencia, tanto los presbíteros como los fieles laicos, formamos parte de un mismo cuerpo, de la única Iglesia de Jesucristo de tal suerte que el mencionado mensaje episcopal nos recuerda que “en medio del individualismo y de la disgregación que observamos en la sociedad y, en ocasiones, también en la Iglesia y en las mismas asociaciones apostólicas, la unión a Cristo, alimentada y sustentada en la oración y en la participación frecuente en los sacramentos, nos ayuda a fomentar la comunión fraterna, a impulsar la solidaridad, a rechazar los egoísmos y la dispersión pastoral, colaborando con convicción en la construcción de la casa común”.

La Iglesia es enviada al mundo por encargo del Señor. Pero esta misión en medio del mundo corresponde especialmente a los cristianos laicos. El Día de la Acción Católica y el Apostolado Seglar, en palabras de nuestro Obispo Mons. González Montes, nos recuerda una vez más que “los seglares han de participar de la vida de la Iglesia con el protagonismo que les es propio, presentes en los diversos niveles o ámbitos de acción dentro de la Iglesia, pero no podemos dejar de observar que el Concilio les señaló un campo propio de acción, al declarar que “el apostolado de los laicos es una participación en la misión salvadora de la Iglesia”; añadiendo que “todos están destinados a este apostolado por el Señor a través del bautismo y de la confirmación” (LG, n. 33b). Por esta razón, aunque el Concilio señala también, con agradecimiento, las tareas de suplencia por falta de ministros que realizan ciertos laicos (LG, n. 35), no deja de señalar que el ámbito específico de su apostolado son las realidades temporales: “A ellos de manera especial les corresponde iluminar y ordenar las realidades temporales, a las que están estrechamente unidos, de tal manera que éstas lleguen a ser según Cristo, se desarrollen y sean para alabanza del Creador y Redentor” (LG, n.31b) [Palabras de clausura de las I Jornadas “Católicos y vida pública”, 22 septiembre 2007]. Los fieles laicos hoy tienen una gran responsabilidad. Tal como leemos en el documento “Cristianos laicos, Iglesia en el mundo” (19 noviembre 1991) “la nueva evangelización se hará, sobre todo, por los laicos, o no se hará”.

Manuel Pozo Oller,
Vicario Episcopal

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