LA AVENTURA CRISTANA DE NADAR CONTRACORRIENTE
Manuel Antonio Menchón
Vicario Episcopal
El Domingo 23 de Agosto pasado, en su alocución durante el Ángelus en Castell Gandolfo, el Papa Benedicto XVI afirmó que seguir a Jesucristo significa, hoy en día, ir contra la corriente de muchas de las modas de pensamiento, con estas palabras textuales: “Seguirle llena el corazón de alegría y da sentido pleno a nuestra existencia, pero comporta dificultades y renuncias, pues con mucha frecuencia hay que ir contra la corriente”.
Vivimos en la sociedad de las ofertas, nos gustan las cosas baratas, las cosas que puedan conseguirse con el mínimo esfuerzo. Así algunos ven esto de ser cristianos, esto de seguir a Jesucristo, es algo tan fácil que apenas cuesta como asistir a unos pocos actos religiosos. Por eso les parece que para ser cristiano, para seguir a Jesús, no hacen falta los grandes esfuerzos que realizan otros cristianos, de renuncia, de compromiso, de dedicación de parte de su tiempo a los demás…. Piensan que están pagando demasiado, por algo que es mucho más barato, que no cuesta tanto, porque se puede seguir haciendo más o menos lo que se hace siempre: Bautizarse y bautizar a los hijos, hacer la primera comunión, ir el domingo a misa-cuanto más breve mejor, casarse por la Iglesia y asistir a las misas por los difuntos. Así de fácil, auque a algunos eso también les parece demasiado y se conforman con ir una vez al año a la procesión de su cofradía o a la fiesta de su santo patrón o patrona.
Lo que tratan de decir es que no hay que complicarse la vida con nada, ni con un proceso de formación y profundización en la fe, ni con una colaboración en las diversas actividades de su comunidad cristiana, ni con la obras de misericordia, tal vez ya olvidadas, ni mucho menos con la gran dificultad que puede comportar hoy la defensa de los valores evangélicos, la denuncia de las situaciones de la injusticia que padecen los más débiles de nuestra sociedad. Son cristianos que creen que la religión consiste en lo que ellos dan a Dios, que por cierto se conforma con poco, y no en lo que Dios hace por nosotros. Mentalidad mercantil de los que quieren invertir poco en Dios y conseguir mucho de Él.
Pero ser cristiano, ser discípulo y seguidor de Jesús es un riesgo y una aventura: el riesgo de abandonar una tierra llena de esclavitudes… a la que uno, en cierta manera, se ha hecho y en la que se va tirando con ciertas componendas. ‘Todo el mundo lo hace’ -nos decimos-. Y para no remar en contra corriente nos dejamos llevar por la corriente sin discernir si es coherente o no con criterios o actitudes de Jesucristo.
Pero es también una aventurada osadía. Es la más grande aventura a la que se puede atrever una persona. Una aventura que ciertamente termina en una felicidad impensada, siempre que no se ‘juegue’ a ser cristiano, sino serlo de verdad.
Jesús vivió un estilo de vida diferente. Quien quiera seguirlo con honestidad, se sentirá invitado por Él a vivir de una manera nueva y desusada, contracorriente con el modo “normal” de comportarse que observamos a nuestro alrededor.
El cristiano no se define como una persona que ha optado por una ideología, por unas creencias y unos principios, ni siquiera por un comportamiento. No define al cristiano algo meramente intelectual (“sé por la fe que Jesús existe”, lo cual, además, es una errónea concepción de la fe), tradicional (“soy cristiano, como mi familia, como todos”), psicológico (“necesito creer en algo o alguien, sea lo que sea”).
No, el cristiano es esencialmente un hombre que un día conoce a Jesús y se deja seducir por Él y es capaz de romper con todo lo que le ata y entretiene, para seguirle y seguirle significa recorrer el camino de Jesús, realizar sus gestos preferidos (preferir a quienes los hombres marginan, pero a los que Dios ama). Un cristiano no puede instalarse en la vida ni situarse privilegiadamente en una sociedad de desiguales. No podemos nadar y guardar la ropa, Podrá parecer un proyecto imposible, pero todo es posible para Dios. Podrá parecer un proyecto para unos pocos, para gente selecta, pero es para todos, para justos y para pecadores: Jesús no se encuentra con el hombre sólo en ambientes religiosos, como puede ser los templos, sino también en la orilla del lago, en donde vive verdaderamente el hombre, en la vida cotidiana.