ESCUELA, INSTITUTO Y UNIVERSIDAD
En estos tres ámbitos se mantiene una clara separación entre la fe y la cultura dominante. La actitud más característica es la indiferencia. Pero en muchas ocasiones la indiferencia cede el paso a la hostilidad y a la crítica ridiculizadora contra el cristianismo.
No podemos olvidar que la casi totalidad de los profesores y profesoras que ejercen actualmente la docencia fueron educados en las universidades de los años 80 y 90, en las que el dogma fundamental era el ateísmo (o en el mejor de los casos, el agnosticismo) y la oposición a todas las instituciones tradicionales, entre las que se encuentra la Iglesia.
A la influencia poderosa de los medios de comunicación y la ausencia de testimonio cristiano en la familia, se une además la actitud hipercrítica del profesorado ante los asuntos religiosos y morales. No resulta entonces extraño que nuestros niños y jóvenes sigan reproduciendo la misma opinión y la misma actitud adversa contra lo eclesial como algo desfasado y contrario a su libertad personal. Aun así, hoy podríamos hablar también, además de una vertiente extendida del ateísmo y agnosticismo, de un indiferentismo religioso.
Y sobre el problema de la enseñanza de la Religión y de la Teología, aunque es un problema que afecta a pocos países de Europa, sin embargo, adquiere un especial relieve en el suelo español. La Teología y las ciencias afines son consideradas por la UNESCO (Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura) un área de conocimiento propia, de igual rango que cualquier otra área como las matemáticas o la literatura.
Sin embargo, en España no hay forma de que se entienda y acepte el rango científico y académico de los estudios teológicos. Las diversas controversias sobre la presencia de la asignatura de Religión en los centros de enseñanza, manifiesta claramente que el verdadero problema no es de naturaleza académica o científica, sino ideológico. Lo mismo no ocurre, por ejemplo, con la enseñanza de la historia o de la literatura.
Los representantes políticos, sindicales y sociales de la cultura dominante moderna y posmoderna se oponen a una presencia de los estudios religiosos y teológicos porque los consideran contrarios a la neutralidad ideológica que debería presidir toda actividad docente. Pero, en el fondo, no pueden creerse lo que dicen. La educación no es en absoluto ideológicamente neutra. Tanto con los contenidos seleccionados como con las intervenciones directas o indirectas de los profesores, los alumnos son conducidos a donde se les quiere llevar.
Resulta curioso, pero la temática cristiana y católica aparece constantemente, y lamentablemente, en demasiadas ocasiones, suele recibir el mismo tratamiento despectivo y ridiculizador en la escuela, instituto y universidad.
Jesús García Aiz