Jesús García AízLa Mirada de la Fe

ENTRE LA CONFIANZA Y LA TENTACIÓN

El hilo de las reflexiones anteriores me suscita una nueva consideración. Pues creo que un análisis desapasionado de la situación actual nos está alertando, incluso a los que quizás no lo queremos percibir, que los intentos por recuperar una forma de cristianismo que se desmorona, además de estar llamados al fracaso, son verdaderas tentaciones.

La situación nos está imponiendo que el futuro no puede ser una nueva actualización del régimen de cristiandad, como en más de una ocasión se ha pretendido a lo largo del pasado siglo XX. La situación nos está reorientando hacia una manera nueva de vivir el cristianismo, que consiste en ser más minoritaria, débil, en diáspora, pero no anacrónica ni insignificante, sino con una forma de presencia sustentada en la fuerza que da la autenticidad, la significatividad y la eficacia de la sal, la luz y el fermento, símbolos privilegiados de la presencia del Reino en el mundo (cf. Mt 5, 13-16).

Bien mirada, la situación actual es una situación favorable, porque, en primer lugar, ya no nos sirven las respuestas superficiales ni espurias. Nos está mostrando los elementos ajenos al cristianismo que hemos ido incorporando y que en la situación actual son causa de gran parte de las desafecciones que se dan entre nosotros. A modo de ejemplo podemos citar, entre otros, el miedo. Un cristianismo que durante mucho tiempo se ha servido de una motivación espuria como esta, sin duda no tiene futuro.

En segundo lugar, porque nos permite recuperar algunos elementos de la vida cristiana que probablemente habíamos olvidado o arrinconado durante demasiado tiempo. Pensemos, por ejemplo, en la sensibilidad social en un mundo tan complejo como el actual.

Finalmente, porque la situación no es tan catastrófica, ni intra ni extra eclesialmente hablando, como algunos profetas de calamidades señalan. Existen muchos aspectos positivos. Es probable que nunca haya habido tantos ciudadanos concienciados y responsables como en la actualidad. Ni tantas posibilidades de participación como existen en muchos regímenes democráticos como los que hoy existen en muchos países. Ni nunca hemos contado en nuestra Iglesia con tantos miembros activos participando en sus tareas. E, incluso, puede que nunca haya habido tanto de cristianismo anónimo en los que se consideran fuera de la Iglesia.

Por tanto, esta es la clave de nuestra piedra filosofal: CONFIAR. Depositar nuestra confianza en Aquel que tanto nos amó y nos ama, y que envió su Espíritu para guiarnos siempre hacia buen puerto. Dejar de ser un Pueblo sedentario para pasar a ser un Pueblo peregrino, siempre en marcha, hacia donde el Espíritu nos lleve ante las nuevas situaciones, la actual y las que queden por venir.

Jesús García Aiz

 

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