Jesús García AízLa Mirada de la Fe

DESAFÍOS POR ASUMIR EN LA EVANGELIZACIÓN (IV)

El avance de las diferentes sectas en nuestra sociedad moderna es el resultado de dos líneas convergentes. Una de ellas está generada por la cultura dominante, así, el vacío existencial derivado de la negación de todos los valores humanos y religiosos, junto a las diferentes rupturas exteriores e interiores a cada ser humano, conducen a nuestros contemporáneos a la soledad más radical, y de aquí hacia los grupúsculos de todo tipo de los que las sectas son los ejemplos más representativos. Otra de las líneas está generada por la secularización de lo religioso realizado no ya por la propia cultura dominante sino por ciertas tendencias eclesiales que reducen el cristianismo a un fenómeno cultural propiamente moderno eliminando sus contenidos profundamente religiosos y sus exigencias de compromiso total.

Frente a este desafío, nuestra Iglesia debe convertirse en una «Betania» que hospede con absoluta disponibilidad todos los sentimientos religiosos tanto tradicionales como novedosos, sin renunciar, claro está, en un segundo o tercer nivel, a promover el aprecio de las exigencias peculiares del seguimiento del Señor, con referencia a las cuales se edifica la Iglesia de los discípulos.

El paradigma de esta actitud de servicio y acogida hacia lo religioso, no importa cómo este aparezca, se encuentra en numerosas escenas evangélicas en las que Jesús manifiesta que Dios no rechaza a nadie.

Un último desafío lo encontramos con la cuestión de la invisibilidad de los varones en la Iglesia. Con este elemento abordamos un dato sociológico muy inquietante y preocupante, ya que una mirada a nuestras celebraciones, a nuestros grupos de catequistas o a los grupos juveniles y adultos, nos descubre un numeroso porcentaje de mujeres y un escaso número de varones. Hay que alegrarse por la alta representación de mujeres, pero preocupa la falta de representación del mundo masculino.

Las causas de esta invisibilidad masculina son de diferentes órdenes. Pero hay una causa que podríamos denominar «histórico-cultural» y que nos remite a nuestro pasado reciente y remoto. Nos referimos concretamente a ciertas opiniones y actitudes transmitidas, consciente o inconscientemente, de padres a hijos, según las cuales los asuntos religiosos son más propios de mujeres, niños y ancianos. Existe, a nuestro entender, no sólo un machismo cultural sino también un machismo religioso.

¿Cuáles han sido las razones de tan tradicional evitación de lo religioso en el sector masculino? ¿Cómo podemos explicar la diferencia entre la indolencia religiosa masculina en el cristianismo y la masiva respuesta varonil en las religiones cercanas como el judaísmo o el islam? Hay que seguir profundizando en este elemento tan característico de nuestra cultura actual y tradicional.

Jesús García Aiz

 

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