DE CHOTOS Y CORTIJOS
No olvidaré ese día. Salíamos de un funeral en mi primer destino y un hombre se me acerca en privado y me dice: “Don Ramón, tenga cuidado con los chotos y los cortijos, que se está poniendo muy gordo”. Aquello me cayó como una bomba, pero dio resultado. A partir de ese momento, me puse a hacer un poco de dieta, deporte y a seleccionar las ocasiones a las que acudía a una comida. Ahora explico el contexto: al cura joven llegado a una zona rural con ganas de agradar y estar con la gente le suelen invitar varias pandillas (casi a diario) a comer en cortijos y casas. Cuando menos te lo esperas, has cogido 10 kilos (tengo foto que prueba el “delito”). Aquel hombre, creo que sin saberlo, me “salvó” de una deriva poco saludable, y fue gracias a su CORRECCIÓN FRATERNA.
Nos encontramos, en este caso, con la actitud ideal: el que reprende lo hace en privado, con cariño y verdad; y el que recibe la critica acepta humildemente la corrección. Sin embargo, detallo otras posibilidades que suelen ocurrir con mas frecuencia. La primera de ellas es la murmuración: “mira como se está poniendo el cura” (quiero que le añadan ese “tonito” socarrón que solemos poner). En lugar de tener la valentía de decírmelo, aquel señor podía haberse quedado en la crítica y el rumor fácil.
La segunda de ellas es el “total, qué más da”. A veces, nos debatimos si decírselo directamente, sutilmente o quedarnos callados. En este caso, gracias a su atrevimiento, abrí los ojos a algo que no estaba haciendo bien. Como decía al principio, en cierta manera, su corrección me salvó. Y Dios está más que interesado en salvar a cada uno de sus hijos.
La tercera es hacerlo en público, con tono burlón o con “indirectas”. Si hubiera sido así, no hubiera tenido ningún efecto. Corregir es un acto de intimidad, de humildad, de confianza y de ayuda sincera. Si no se utiliza la anestesia de la caridad, es un acto soberbio del que se siente en posesión de la verdad.
Una última consideración viene de parte del “corregido”. No siempre se aceptan las críticas con deportividad. Más bien el “métete en tus asuntos” o “mírate a ti mismo”… suelen ser las reacciones mas frecuentes ante las interpelaciones de los demás. Para que la corrección fraterna surja efecto, se necesita la humildad necesaria para acoger las críticas y saber asumirlas como señales de un Dios que habla a través de los que tenemos cerca.
Escuchábamos el pasado domingo, un relato en el que Jesús nos invitaba, con seriedad, a corregir a los hermanos. Porque el proyecto del Padre pasa porque nos salvemos juntos. Y para ello, necesitamos salir de nuestros ombligos, tener la mirada atenta a los demás y corregir o dejarnos interpelar. Porque, a veces, amigos, la otra mirada nos salva del error de creer que todo lo estamos haciendo bien.
Ramón Bogas Crespo
Director de la oficina de comunicación del obispado de Almería