AMOR QUE NO SE RINDE…
El gran León Tolstói dice en Anna Karenina que “todas las familias felices se parecen entre sí; las infelices son desgraciadas en su propia manera”. Y es cierto que cada familia alberga un drama que la hace distinta, que la hace única. Una de las tragedias más frecuentes en nuestra sociedad actual es el mundo de las adicciones. No es difícil iniciar una conversación íntima con amigos sobre la historia de algún tipo de adicción en el seno de su familia y tener respuesta de otros que también puedan contar algún caso.
La familia que vive el drama de las adicciones se tiene que enfrentar a las mentiras del hijo, a la degradación física y moral del padre, al alejamiento de los hermanos que intentan reconducirle, a la ruina económica… en definitiva, a la desesperación de ver que es “imposible” ver una solución, que no hay esperanza en alguien que ha caído una y otra vez, que es mejor dejarlo o dejarla “a su suerte”. La dinámica de las relaciones familiares, la comunicación y la conducta de sus miembros cambian, se alteran, se enferman como resultado de un proceso adictivo.
Pero en cada familia hay también un héroe o una heroína. Se trata de la madre que no desespera, de la pareja que sigue confiando en la persona, a pesar de sus múltiples caídas, del amigo fiel que sigue estando a su lado, después de miles de mentiras. Me emociona su entrega y me interpela su fidelidad. Se trata del amor que no se rinde, del amor que no desespera. Es el Amor con mayúscula. Son las historias de miles de hombres y mujeres que han apostado por la persona amada a pesar de no tener muchos motivos para merecerlo, porque confiaron en ella, a pesar de no tener ninguna certeza racional para así hacerlo.
Hemos vivido la Semana Santa, y en ella he podido atisbar algunos de esos amores, algunos de esos héroes. Me sorprendía la traición evidente de Judas y la más sutil de Pedro frente al amor incondicional de María y Juan en el Calvario. Amor eterno de madre y amor fiel de amigo. Frente a todos los rumores y adversidades, ante persecuciones y habladurías, ante el aparente “fracaso” del proyecto de Jesús, ahí estaban la madre que no se despega de su hijo, y el amigo fiel que nunca abandona. Es el amor que no se rinde, reflejo del Amor del Padre para con nosotros.
Porque si hay que hablar de un Amor que no desiste, de una entrega incondicional, gratuita, paciente, desproporcionada… ese es el amor de Dios que se ha manifestado en esta semana. A pesar de nuestras infidelidades, de nuestros abandonos y frivolidades, de vivir en la superficie de las cosas, de adorar a otros ídolos. A pesar de ti y de mí, Dios entregó a su Hijo y lo resucitó para hacer presente ese amor que no se rinde: el amor del Padre por cada uno de sus hijos.
Feliz Pascua de resurrección y gracias por todos los amores que no se rinden…
Ramón Bogas Crespo
Director de la oficina de comunicación del obispado de Almería