DOMINGO XVIII DEL TIEMPO ORDINARIO
LO IMPORTANTE NO ES LO QUE TENEMOS, SINO LO QUE HACEMOS
Dice el relato evangélico de hoy, que uno entre la gente pidió a Jesús que interviniera en un litigio entre él y su hermano por cuestiones de herencia .Jesús, como hacía frecuentemente cuando le presentaban casos particulares, no respondió directamente, sino que afrontó el problema en la raíz, mostrando el error que está en la base de la propia cuestión que trae de cabeza a los hermanos.. Los dos hermanos están equivocados porque su conflicto no deriva de la búsqueda de la justicia y de la equidad, sino de la codicia. Entre ellos ya no existe más que la herencia para repartir. El interés acalla todo afecto fraternal.
Jesús les cuenta la parábola de un hombre rico que consiguió una gran cosecha que desbordaba sus graneros, y se dijo a sí mismo: No te acabarás lo que tienes, disfrútalo, date buena vida, come y bebe todo cuanto quieras. Pero Dios le dijo : “Necio, esta noche vas a morir. ¿Para quién será lo que has acumulado?”
Todos tenemos de algún modo la muerte, pero la persona ambiciosa siente un inquietud especial, porque sospecha que la muerte le va a quitar todos los bienes y le va a procurar todos los males.
Los valores más apreciados por la sociedad actual son las riqueza y el poder. El granero de nuestras cabezas está repleto de coches, casas, electrodomésticos, aparatos de las mejores marcas, viajes exóticos, cuentas bancarias…. Hablamos de una civilización del bienestar. Y el desasosiego aparece,- como en nuestros días- , cuando entramos en crisis económicas.
Hemos creado, o nos han creado, una sociedad que no piensa más que en vivir en este mundo, como si todo acabara con la muerte. Una civilización contraproducente, agresiva, prepotente y deshumanizada donde predomina la ley del más rico. Una sociedad donde lo importante es acumular toda la riqueza, sin reparar en la licitud de los medios, ni en los destrozos que causa a su alrededor, con el empobrecimiento y la ruina de los inocentes, con la corrupción.
Hay algo que podemos llevar con nosotros, que nos sigue a todas partes, también después de la muerte: no son los bienes, sino las obras; no lo que hemos tenido, sino lo que hemos hecho. Lo más importante de la vida no es por lo tanto tener bienes, sino hacer el bien. El bien poseído se queda aquí abajo; el bien hecho lo llevamos con nosotros.
Por eso Jesús, que busca nuestro bien supremo, y que sabe que la sociedad que desdeña sus palabras no es más feliz, sino que tiene mayor índice de inseguridad, aún aquí, y más criminalidad y mayor número de hipocondriacos y de suicidios, nos enseña a seguir una nueva tabla de valores en la que nuestra vida como don para los demás pase a primer término. Con la certeza de que “buscando primero el reino de Dios, todo lo demás se nos dará por añadidura”
Manuel Antonio Menchón
Vicario Episcopal