DOMINGO XXIX DEL TIEMPO ORDINARIO
la misericordia de jesús
Jesús exige a sus seguidores seguir su mismo camino de entrega y servicio. Lo recuerda el relato evangélico: Vosotros, nada de eso: el que quiera ser grande, sea vuestro servidor; y el que quiera ser primero, sea esclavo de todos.
Porque el Hijo del hombre no ha venido para que le sirvan, sino para servir y dar su vida en rescate por todos. Pero para esta tarea no nos ha dejado solos, él nos acompaña con su misericordia, como recuerda la segunda lectura.
Entre los hombres no es infrecuente que una persona necesitada, mientras está pasándolo mal, se muestre solidaria y dispuesta a luchar unida a otras para superar las dificultades, pero si logra subir en el escalafón social con un cargo importante, se olvida de sus antiguos compañeros de dificultades. De esto nos habla la segunda lectura. Se podría pensar que Jesús, durante su ministerio terreno, se mostró solidario y amigo de los hombres, pero ahora, que ha resucitado, se olvida de nosotros. Imposible, dice la carta a los Hebreos, porque no tenemos un sumo sacerdote incapaz de compadecerse de nuestras debilidades, sino que ha sido probado en todo exactamente como nosotros, menos en el pecado. Es verdad que Jesús resucitado no puede sufrir físicamente, pero sigue teniendo la experiencia de lo que es sufrir y pasarlo mal, pues en su resurrección se transformó divinamente todo lo positivo que tenía en su humanidad, y un elemento positivo es su experiencia del dolor y las dificultades, que son experiencias que van construyendo nuestra personalidad humana. El ha sido probado en todo exactamente como nosotros, es decir, sabe lo que es sufrir, la tentación, el rechazo, el cansancio, la traición, el abandono, el dolor, la muerte. Como recuerda la primera lectura, el Señor quiso triturarlo con el sufrimiento, y entregar su vida como expiación… Mi siervo justificará a muchos, porque cargó con los crímenes de ellos.
Ahora, resucitado, no se olvida de nosotros, que pasamos por estas situaciones. Por ello hemos de acudir a él con confianza, sabiendo que nos comprende. Por eso, acerquémonos con seguridad al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y encontrar gracia que nos auxilie oportunamente.
A veces, por una deformación, creemos que una vida agradable a Dios es vivir en la extratosfera, sin sentir ni consentir nada, lo que es totalmente erróneo. Todos tenemos dificultades, frecuentemente asociadas a tentaciones que invitan a tomar caminos engañosos. En esos momentos a veces creemos que estamos lejos de Dios y somos indignos de acercarnos a él. Sentimiento falso. Una cosa es sentir la tentación y otra consentirla. Jesús también pasó por aquí y ahora nos comprende, por eso, acerquémonos a él para nos eche una mano misericordiosa.
Misericordiosa es un amor que se caracteriza por dos elementos: sintonizar con el necesitado y hacer lo que está de nuestra parte para ayudarlo. El primero es importante y es lo primero que deseamos cuando tenemos una dificultad: que se nos comprenda, que se comparta nuestra situación. Y después que se haga lo que se pueda.
Jesús es el misericordioso porque nos comprende, pues tiene la experiencia de las dificultades. Y ha hecho todo lo que está de su parte, ha dado su vida por nosotros. Por nosotros ha muerto y ha resucitado y nos ha abierto el camino que lleva a la plena felicidad, al Padre.
El seguimiento de Jesús es exigente, pero él nos ha dado todos los medios para realizarlo con gozo. Nos pide que recorramos su camino y nos da la fuerza de su Espíritu para hacerlo posible. Y siempre nos acompaña con su comprensión. Hoy nos recuerda que seguirle es una vida de servicio en las diferentes facetas de la existencia, vida familiar, de trabajo, social, eclesial. Sabe que tendremos dificultades y quiere que en ellas acudamos a él con confianza.
Tenemos que responder a la misericordia de Jesús, siendo instrumentos de su misericordia entre los hombres. Hoy, día del Domund, la Iglesia nos recuerda la gran obra de misericordia que es cooperar con nuestra oración y ayuda económica a la tarea de dar a conocer nuestra fe a los que aún no la conocen.
La Eucaristía es experiencia especial de Jesús misericordioso. En ella se hace pan para que lo comamos y sintonicemos con él. Y nos da su gracia para que le sigamos en una vida de servicio, como la suya.
Primera lectura: Is 53,10-11: Cuando entregue su vida como expiación, verá su descendencia, prolongará sus años.
Salmo responsorial: Sal 32,4-5.18-19.20: Que tu misericordia, Señor venga sobre nosotros, como lo esperamos de ti.
Segunda lectura:Heb 4,14-16: Acerquémonos con seguridad al trono de la gracia.
Evangelio: Mc 10,35-45: El Hijo del hombre ha venido para dar su vida en rescate por muchos.