DOMINGO XIX DEL TIEMPO ORDINARIO
CAMINAR SOBRE LAS AGUAS
Que una pequeña embarcación, como las que utilizaban los pescadores del lago de Tiberiades, fuese amenazada por una tormenta no era algo extraño para los discípulos que eran pescadores o vivían cerca del lago, ya que el pequeño mar de de Galilea, está rodeado por el norte, por las altas montañas del Golám, que facilitan la formación de aparatosas tormentas con vientos huracanados y olas de gran altura. Muchos de esos vendavales se presentaban por sorpresa. S
Pero lo que nunca se hubieran imaginado aquellos vecinos del lago era que pudieran ver a Jesús caminando sobre esa tormenta, regiamente como señor de la situación.
Las dudas de los pescadores sobre si lo que veían era pura imaginación o la presencia de un fantasma, y la llamada de Jesús: “No temáis, soy yo” nos recuerdan también aquellas apariciones del Resucitado, esos encuentros en que manifestaba gloria de Jesús y por eso los discípulos no lo reconocían bien.
Una vez más Pedro se hace portavoz de las dudas de sus compañeros: “Señor, si eres tú, mándame ir a ti caminando sobre el agua”. Ante la posibilidad de que no sea el Señor, pide la prueba de un imposible: “Caminar sobre las aguas”. Y concluirá como en aquella ocasión de Cesara de Filipo, confesando: “Verdaderamente tu eres el Hijo de Dios”. Ese acto de fe de Pedro, en nombre de sus compañeros, es el núcleo central del mensaje evangélico de este día. La fe se fundamenta en la confianza en la Palabra del Señor. Pedro sabe que no puede caminar por el agua, pero se lanza porque escucha la misma voz que escuchó aquel día en que Jesús le invitó a seguirle: “Ven”. Pero la fe también supone desconfiar de las propias fuerzas, antes las tormentas que nos sorprenden en la vida, porque si sólo confiamos en nuestra fuerza podemos hundirnos. Por eso la fe también supone saber que sólo el Señor puede evitar, agarrándonos de su mano, nuestro hundimiento, nuestra pérdida de la fe
Por eso conviene que hoy hagamos eco en nuestro corazón a Jesús que nos dice que Él siempre estará con nosotros, aún en las “tormentas” de la vida. Y nos invita al riesgo gozoso de caminar hacia Él; con fe, con la esperanza puesta en su palabra y en sus manos acogedoras en medio de nuestras dificultades.
Sólo con nuestra mirada bien puesta en el Señor y nuestro deseo sincero de confiar en él, podremos salir de cualquier tormenta victoriosos.
Manuel Antonio Menchón
Vicario Episcopal