DOMINGO VI DE PASCUA
El amor concreto nos transforma
La liturgia de este domingo continúa profundizando en lo que significa que Cristo ha resucitado y que nosotros resucitaremos con él: lo mismo que la naturaleza humana de Jesús se fue transformando por el amor hasta llegar a la resurrección y glorificación, igualmente la nuestra, unida a Jesús y siguiendo el mismo camino del amor concreto, se irá transformando hasta llegar a la resurrección. Por eso la vida cristiana se resume en amor. Las tres lecturas coinciden en este mensaje, central para el cristiano.
Sin embargo hay personas cristianas, que creen en la resurrección de Jesús, pero no en la nuestra, ¿cómo puede transformarse la naturaleza humana, que una vez muerta, se corrompe? El Espíritu Santo (1ª lectura) la puede ir transformando en dos fases, durante la vida terrena la va disponiendo por el amor y después de la muerte la transformará. La última razón es que Dios es amor (2º lectura y Evangelio) y solamente podemos unirnos plenamente a él si también nosotros somos amor. Para ello nos capacita el Espíritu Santo a lo largo de la vida. Santificarse es crecer en el amor. Esto será además motivo de alegría para nosotros.
Pero se trata de un amor como el de Jesús, concreto y eficaz. No nos ama a base de declaraciones o sentimentalismos sino dando la vida por nosotros. Normalmente nuestro amor concreto se traduce en atención primaria y asistencial a personas que nos rodean y vienen a nuestro encuentro. Está bien y hay que continuarlo. Pero también debe manifestarse en un trabajo concreto por mejorar las condiciones estructurales de vida del amplio mundo de los pobres.
Recientemente la nuestros obispos españoles nos han ofrecido un excelente documento sobre este último aspecto, La Iglesia servidora de los pobres,documento que debemos conocer. Pretende ayudarnos a “vencer las causas estructurales de las desigualdades y de la pobreza”, como pide el papa Francisco. No se trata de hacer política a favor de ningún partido político concreto. Todo lo que dice es válido para todos ellos. Se trata de exponer principios de la Doctrina Social de la Iglesia que nos orienten a todos, a políticos y no políticos, en cuanto que todos somos responsables del bien común de la sociedad. En él se nos recuerdan realidades presentes y principios que las pueden iluminar. Citando solo algunas de ellas, se nos habla de nuevos pobres y nuevas pobrezas que están surgiendo para que abramos los ojos, los veamos y colaboremos en la solución; se recuerda el daño que hace la corrupción moral tanto en la vida privada como en los políticos, todo ello fruto de un corazón corrupto. Solemos criticar los casos de corrupción política, pero transigimos con las frecuentes y pequeñas corrupciones que se dan en nuestros ambientes laborales y económicos. Otra gran pobreza de nuestro pueblo es la espiritual, pues vive de espalda a los valores cristianos, entre ellos olvidar que la persona y su dignidad están por delante y encima del dinero y que no se puede sacrificar a la persona para conseguir más ganancia, etc. Nuestra caridad se debe manifestar también abriendo los ojos para conocer mejor le realidad y colaborar en la medida de nuestras posibilidades en la construcción de un mundo como Dios quiere.
La Eucaristía es celebración del amor del Padre que nos entrega a su Hijo, celebración del amor del Hijo que se entrega por nosotros y celebración del amor que hemos recibido y nos capacita para amar a Dios y a los hermanos de forma concreta en el presente y en el futuro.
Primera lectura: Hch 10,25-26.34-35.44-48: El don del Espíritu Santo se ha derramado también sobre los gentiles.
Salmo responsorial: Sal 97,1.2-3ab.3cd-4: El Señor revela a las naciones su salvación.
Segunda lectura: 1Jn 4,7-10: Dios es amor.
Evangelio Jn 15,9-17: Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos.