DOMINGO V DEL TIEMPO ORDINARIO
“NAVEGA MAR ADENTRO…”
En la lectura de este Domingo, se manifiesta claramente la libertad con que Dios actúa para elegir a las personas que quiera y en el momento que Él crea oportuno para ser colaboradores en el plan de salvación de la humanidad. Al profeta Isaías, nacido en Jerusalén de estirpe sacerdotal, lo llama durante una liturgia en el templo de Jerusalén; a Pedro, pescador en el lago de Tiberíades, sobre una barca, después de una pesca milagrosa; a Pablo, oriundo de Tarso de Cilicia, por un tiempo perseguidor de la Iglesia de Cristo, en el camino hacia Damasco, con el corazón ardiendo de odio por los cristianos. Dios es libre para elegir en el modo y en el tiempo que desee.
También el Señor elige hombres del pueblo, que van a seguir formando parte de ese pueblo de Dios, pero desempeñado otra función. Dice el Evangelio que Pedro estaba en la orilla limpiando las redes y Jesús, sube a la barca y el pide que se aleje un poco de tierra y sentándose enseñaba a la muchedumbre desde allí. El Señor empieza pidiendo un favor a Simón y él no tiene inconveniente en hacerlo. Pero no se imagina lo que vendrá después…: el ofrecimiento de Jesús a ser pescador de hombres.
Muchas veces Dios comienza su acción en nosotros, como pidiéndonos un favor, pero en realidad en sus planes está él hacernos él mismo el favor de llamarnos a su servicio.
Dice el evangelio que cuando terminó de hablar a la gente, le dijo a Simón: “Navega mar adentro y echa las redes”. Aquí comienza realmente la acción del Señor sobre sus discípulos. Les manda simplemente internarse en el mar y echar las redes.
Hoy el Señor nos dice a nosotros también: “Id mar adentro” A esa llamada del Señor, podemos dar diversas respuestas, pero digna de Dios y del hombre sólo hay una: La humilde aceptación. Tenemos también hoy los tres ejemplos diferentes de una única actitud: Isaías, a la pregunta de Dios: “¿A quién enviaré?“, responde: “Aquí estoy yo, envíame”. Pedro, al escuchar a Jesús que le llama a ser “pescador de hombres”, junto con sus compañeros de faena, reacciona generosamente: “Dejaron todo y lo siguieron”. Pablo, después su caída en la tierra y de haber oído la voz de Jesús resucitado, le pregunta: “¿Qué quieres que haga?”. Luego, en la primera carta a los corintios, de la segunda lectura de hoy, al recordar esa visión de Jesús, manifestará cómo está llevando a cabo esa tarea de apóstol que el Señor le encomendó.
Hoy, nuestra respuesta a esa invitación implica dejar a un lado nuestras comodidades y desganas; dejar de lado nuestra tranquilidad apoltronada y abrirnos a otros rumbos, que sólo el Señor va a ir señalándonos. Para nosotros, también, igual que para Pedro y los suyos, Ir mar adentro, es un acto de fe y una misión o tarea.
Manuel Antonio Menchón
Vicario Episcopal