
Lecturas: Prov 8, 22-31. Antes de que la tierra existiera, la Sabiduría fue engendrada. Sal 8. ¡Señor, Dios nuestro, qué admirable es tu nombre en toda la tierra! Rom 5, 1-5. A Dios, por medio de Cristo, en el amor derramado por el Espíritu. Jn 16, 12-15. Lo que tiene el Padre es mío. El Espíritu recibirá y tomará de lo mío y os lo anunciará.
La primera palabra/oración al comenzar la eucaristía y la última al final de la celebración es invocar a Dios/Familia/Trinidad. En el nombre de Dios Padre y del hijo del Espíritu Santo. Creer en Dios-Trinidad es reproducir su vida en nuestra vida. Dejar que el Dios/Amor crezca y fluya en nosotros. Siempre cercano, guiando nuestros pasos. Misterio de vida y comunión, de fe y de contemplación, más que de reflexión áspera e insípida.
Traigo a colación un pequeño apunte cinematográfico por si puede ayudarnos a saborear la danza Trinitaria que nos es regalada en la revelación de Jesucristo. Stanley Kubrick en su musical 2001, recreaba un baile a ritmo de vals, en el que nave espacial y ocupantes armonizaban una peculiar coreografía. Era una débil representación de la danza cósmica, donde todas las maravillas del universo no dejan de mostrarnos sus avezados cortejos primigenios. En el universo toda baila. Dios también danza. Dios nos es una realidad solitaria y aburrida. Dios es música, alegría y fiesta. Hay una expresión teológica “perijoresis” que alude a un dinamismo de Comunión perfecta en la que simulando una danza, las Tres Divinas Personas se vuelcan la una en la otra en ritmos diferentes, pero bajo una misma y eterna partitura. Un Dios inquieto que baila y que nos invita a disfrutar de su danza.
El movimiento es contrario a la rigidez y si la elegancia (Amor de Dios) y el ritmo (Ternura Trinitaria) lo adornan, podemos encontrar al Anfitrión convocándonos a participar del mismo baile. Esta fiesta es una invitación a entrar en comunión con la “música” de Dios. Evitemos otros ritmos que puedan distraernos de la melodía que nutre y alegra la vida. Música novedosa con intérpretes generosos que dejan un hueco en la orquesta para principiantes entusiastas. Escenario que anhela que de forma espontánea nos sumemos al acontecer de la fiesta. Termino estas letras con otra recomendación cinematográfica: Andrei Rublev de Andrei Tarkovski. La vida sobre el monje que mejor plasmó la comunión trinitaria en el icono de los iconos. Igual también podrías buscarlo en internet junto a una buena explicación.
Ramón Carlos Rodríguez García
Rector del Seminario