LOS CRUCES DE LOS CAMINOS
A lo largo de estos últimos domingos en el evangelio nos hemos encontrado con la imagen de la viña. La Palabra de Dios, que es viva y eficaz, nos convoca en este comienzo de curso a trabajar en la viña. Ocasión o momento de gracia, que el nuevo curso sea ocasión de acercarnos con seguridad al trono de la gracia, como leemos en la carta a los Hebreos. No es una mera invitación a que hagamos cosas en la Iglesia, menos a estar metidos en la sacristía. La invitación es más profunda: parte de una llamada profunda a la conversión, y tiene como término que acrecentemos la comunión con Cristo. Mientras, nuestra colaboración con la Iglesia, desde luego en lo que cada uno pueda hacer y aportar poniendo a disposición los talentos que hemos recibido y que han de estar al servicio de todos; ésto multiplica, hace eficaz la propia vida, y así va creciendo la comunidad eclesial.
Mientras, sobre todo, y creo que esta es la llamada actual, ser testigos de Jesucristo y su evangelio, esto es, ser fermento en la masa, llevando a cabo –tomando en serio con decisión y radicalidad-, la llamada del Señor en el sermón de la montaña: «Vosotros sois la sal de la tierra… vosotros sois la luz del mundo. No se puede ocultar una ciudad puesta en lo alto de un monte. Tampoco se enciende una lámpara para meterla debajo del celemín, sino para ponerlo sobre el candelero y que alumbre a todos los de casa. Brille así vuestra luz a los hombres para que vean vuestras buenas obras y den gloria a vuestro Padre que está en los cielos» (Mt 5,13a.14-16).
Que así alumbre nuestra vida y tenga sabor. Será mi petición a Dios para todos. Además invito a que la hagamos con actitud de alabanza a Dios, de súplica y de reconciliación. Que su amor nos haga nuevos y sobre todo nos cargue de ilusión para que en el curso que comienza no falte la ilusión y, sobre todo, el sentido de lo que hacemos, la orientación clara y determinante de nuestras acciones encaminadas al bien. Una sugerencia: no perder la confianza en Dios, en su providencia, ni perder la alegría. Las palabras de Jesús, precisamente al finalizar la alegoría de la vid y los sarmientos (Jn 15): «que mi alegría esté en vosotros y vuestra alegría llegue a plenitud» sean realidad experimentada.
Con el tema de la viña, la Viña del Señor, proclamada en estos últimos domingos, algunas ideas: ¡Qué empeño el del dueño de la viña! “Id a trabajar a mi viña”. Trabajo para todos y a todas horas del día, -¡suerte!-. La recompensa siempre es la misma: nuestra recompensa es Dios. Sería un objetivo, tal vez amplio, llegar al convencimiento de que Dios es mi recompensa. No sólo para después, cuando llegue lo definitivo, sino de ahora o de siempre. Hay un salmo precioso que reza que el Señor es el lote de mi heredad y mi suerte está en su mano. Dios que es mi recompensa él es el único que me puede gobernar, y en esa “atadura”, la libertad. En ese objetivo convencido entra el logro de la libertad, y apostemos por conseguirlos. San Pablo dice que para ser libres, Cristo nos ha liberado. Busquemos la libertad, ser hombres y mujeres que se sienten liberados y viven en libertad, que tuvieron la dicha de expulsar las esclavitudes y están capaces de enfrentarse con libertad a los retos de la vida. Pueden cambiar las cosas de rumbo. La invitación de este domingo a salir a los cruces de los caminos es la apuesta del dueño de la vida por la libertad del hombre y de su destino, por la felicidad de todo ser humano.
También el dueño de la viña en el Evangelio de San Mateo ha aparecido como un padre que busca a sus hijos y les hace entrar en la intimidad. Busca quien ama, el padre. Como tal padre quiere lo mejor para sus hijos. Parece que la libertad de Dios lleva al bien de sus hijos, a los que ha creado libres. La respuesta del hombre no es decir y hacer, ni sólo una determinación de buenos propósitos. La respuesta del ser humano es vivir en comunión con su Dios y Creador. Acoger la constante invitación y responder; esto es vivir en comunión. Se nos ha dado la gracia para vivir así: porque ha aparecido la gracia de Dios que trae la salvación para todos los hombres, llevemos una vida sobria, honrada y religiosa. Es la vida alegre y confiada que antes anotamos, en libertad. Detrás de los cruces de los caminos, el Camino de la Verdad y de la Vida nos abraza y nos anima. Andemos este curso en libertad.
Antonio de Mata Cañizares
Vicario Episcopal