DOMINGO III DE ADVIENTO
LA DESILUSIÓN MESIÁNICA
El entusiasmo es una exaltación del ánimo producido por alguna fuerza superior. La palabra tiene su origen en el término griego “enthousiasmos”, que significa “inspiración divina” o “que lleva un dios dentro”.
Las personas con entusiasmo gozan de la vida, porque éste resuelve problemas, disipa dificultades, flanquea trampas, disipa las amarguras…, sobre todo, cuando se intuye que esa fuerza nos viene de Dios, al que llevamos dentro.
En la vida hay días luminosos y días grises y hasta negros, hay problemas y desgracias que nos hacen sufrir…. La presencia del Dios en nuestro interior,don del Espíritu, el Enmanuel que esperamos en este Adviento, nos ayuda a no sentir miedo y mantener la esperanza y la alegría.
Pero hay un enemigo del entusiasmo: el pesimismo, producto del derrotismo, de la frustración, de proyectos malogrados, de ambiciones no logradas…
El pesimismo tentó a Juan Bautista en la cárcel, decepcionado por las referencias que le llegaban acerca de Jesús. Él creía que Jesús era el “más fuerte” que tenía que venir como portador de la ira inminente de Dios, de la que no hay escapatoria. Dios está enojado y tiene un hacha dispuesta a cortar por lo sano lo que no sirve y arrojarlo al fuego.
Pero resulta que, según cuentan, Jesús habla de amar a los enemigos y rogar por los perseguidores, de un Dios Padre que hace llover sobre buenos y malos, que derrama compasión y misericordia para los pecadores y los desheredados de la tierra, como había predicho el profeta Isaías. Es la desilusión del mesianismo cuando el Esperado resulta ser distinto del que se esperaba.
A muchos cristianos nos puede pasar lo mismo, si no sabemos reconocer al Mesías que Dios nos envía y nos quedamos esperando a otro. Nos puede pasar que, tras muchos años teniéndole mucho miedo a Dios, nos encontremos con un Mesías que nos presente a un Dios Padre Bueno, amable, de poco castigo y mucha comprensión; un Mesías que viene a salvar, no a condenar. Ese encuentro puede decepcionar
Y no es que estos creyentes sean malos cristianos, pero han caído en la desilusión mesiánica cuando se oye hablar a Jesús de una manera distinta a como ellos siempre han creído que debería ser y actuar Dios. Siempre decepciona alguien que conocemos a medias y formamos a nuestra imagen y semejanza y resulta que ni su imagen corresponde con la creíamos ni sus criterios y forma de actuar corresponden con lo que nos gustaría.
El desafío de este Adviento, es estar atentos y acoger al Mesías que Dios ha creído conveniente enviarnos y no al que nosotros creemos que sería conveniente que viniera.
Manuel Antonio Menchón
Vicario Episcopal