DOMINGO I DE ADVIENTO
CAMINAR EN LA ESPERANZA
El nuevo año litúrgico que iniciamos es un regalo de Dios para que seamos capaces de ir superándonos, como nos pide el profeta Isaías: “¡…en marcha!Caminemos a la luz del Señor.” Porque el conformismo y la monotonía rutinaria chocan con el proyecto de vida que quiere el Señor.
El Adviento no es solo el tiempo de espera en la venida del Señor en Navidad, en la que haremos una mirada al pasado, recordando la venida histórica de Jesús, allá en Belén de Judá, según la tradición bíblica. Porque es también tiempo de esperanza activa en el presente. Las venidas del Señor no pueden estar sometidas exclusivamente a unas fechas litúrgicas que la Iglesia señale. El Señor sale al encuentro de muchas maneras: el está presente en su Iglesia, en los hermanos de la comunidad cristiana, en los pobres en quienes quiere ser servido… Así la esperanza, se vuelve deseo de encontrar al Señor, que está a la mano. Por eso Jesucristo nos dice: “velad, pues, en todo tiempo y orad”.
Y es también tiempo para avivar la esperanza en un final feliz para la historia personal y la historia de la humanidad. Las promesas de Dios son firmes. No podemos vivir sin esa esperanza, quees un surtidor inapreciable de vitalidad. Hasta un enfermo se deja morir, si deja de tomar la medicina de la esperanza. El que espera que su esfuerzo en el sendero merece la pena por la meta feliz que ansía, camina, pero el que pierde toda esperanza, como si se le paralizaran las piernas, permanece recostado en la cuneta.
No es fácil hacer el camino de la vida con esperanza, porque nos viene el desaliento cuando surgen las dificultades.. Nos sentimos incapaces frente a la maldad humana, frente a los poderosos que manejan la historia, la economía y los medios de comunicación. Nuestro mundo es el imperio del mas fuerte Nos enfrentamos enfrenta a una cultura marcada por un escepticismo, que se ríe de la fe y de sus promesas de un futuro mejor y eterno. Eso puede arrastrarnos al “carpe diem” de esconderse en el presente y conformarnos con terminar bien cada jornada, que con eso ya es más que suficiente…
Pues “en este mundo es donde tiene que brillar la esperanza cristiana”, nos decía Juan Pablo II. Y tenemos motivos para ello. Porque nuestra esperanza es el amor de Dios ya que en él nuestra vida está en buenas manos. Nuestra esperanza es el Señor Jesús, porque el camina a nuestro lado y ha vencido el mal del mundo Nuestra esperanza se fundamenta en el Espíritu Santo. Él es la fuerzaderramada en nuestros corazones, él viene en ayuda de nuestra flaqueza.
Pero hay también otras razones horizontales para la esperanza: La conciencia de muchos hombres de hoy día que esperan y exigen un cambio, un nuevo orden planetario, porque “otro mundo es posible”;la corriente social en defensa de la paz y la justicia; el incremento, día a día, del número d voluntarios movidos por las ráfagas de la solidaridad, intentando humanizar la tan cacareada globalización.
Manuel Antonio Menchón
Vicario Episcopal