GWENDOLYNE
Seguro que a todos os ha ocurrido alguna vez. Probaste un Ribeiro en Galicia, un té en Marruecos o un queso en Extremadura. Lo traes con toda la ilusión a casa, para que lo prueben los tuyos y (¡oh misterio!) no sabe igual. ¡Pero si es la misma botella, la misma marca…! Lo que está claro es que sabe distinto. No sé si serán las circunstancias, las personas con las que lo compartes, o misterios que tiene la vida. La conclusión es que el mismo manjar no te sabe igual dependiendo de las circunstancias vitales.
Lo mismo ocurre con la música. Escuchas una canción que te gustaba de siempre, y te preguntas por qué te gustaba tanto esa tontada. O viceversa, alguna melodía a la que nunca prestaste atención, y de repente, te conmueve por dentro. En mi caso (y a sabiendas que voy a ser crucificado por los modernos con pedigrí) me pasa con Julio Iglesias. Ni me pilló en edad, ni me gustaba su estilo. Y ahora, sorprendentemente, escucho Gwendolyne o Abrázame, y me tengo que aguantar el lloriqueo.
Lo mismo nos pasa con el Adviento y la Navidad. Podría parecer que todos los años son la misma rutina. Compramos los mantecados, ponemos el Belén guardado en la misma caja durante años, comida de empresa, nochevieja con la suegra… Y, paradójicamente, todos los años son distintos. Pasa como el Ribeiro, la misma botella sabe distinta dependiendo del momento que la tomas. Es el mismo Dios que viene, pero a distintos momentos vitales. Cada año con una novedad, cada Adviento diferente.
Hoy quiero dedicar este artículo a una madre que me comentaba a la salida de misa que su hija pequeña tiene un posible diagnóstico de enfermedad rara. Yo no supe qué decirle en ese momento. Le di un abrazo y balbuceé que ya tenía un rostro más en mi oración. La navidad de esta familia, sin duda alguna, será especial este año. Seguro que Dios tenía que venir para abrazar a estos padres y mimar a esta pequeña.
Dice una maravillosa canción de Rozalén: “Vuelves, tan inesperadamente, siempre vuelves. Cuando te creía olvidado, siempre vuelves”. Y, es verdad, Señor, siempre vuelves, pero de distinta manera: A alegrar a la familia que le nació una nueva nieta, a consolar al que perdió a su amigo del alma, a bendecir a la pareja que se enamoró, o a acompañar al abuelo de la residencia. De nuevo vuelves, Jesús, este año a mi historia concreta, con mis luchas y alegrías. Cada año lo mismo y siempre distinto.
Ramón Bogas Crespo
Director de la Oficina de comunicación del obispado de Almería