EPIFANÍA
«Luz para alumbrar a las naciones»
Pocos relatos han movido tanto la imaginación como este fragmento del evangelio de san Mateo de la adoración de los Magos. Sin embargo, la inercia tradicional de convertirlo en un día de regalos, ha hecho que perdamos gran parte del sentido de esta fiesta de la Epifanía del Señor.
Este pasaje evangélico nos presenta a Jesús, Dios hecho hombre, siendo reconocido como «luz de las naciones» por unos Magos venidos desde tierras lejanas, en contraposición a la actitud de los dirigentes del pueblo de Israel, rey y sacerdotes, que no fueron capaces de reconocer en aquel Niño la grandeza de Dios. Todo el fragmento está lleno de esa fina ironía de Dios que no deja de sorprender al ser humano. Frente a la tendencia del hombre a la grandilocuencia, Dios sigue presentándose en la sencillez de lo pequeño. Por ello, aunque el ser humano se empeña en hacer grande las cosas por sí mismo, sigue olvidando que la grandeza depende de la presencia de Dios en ellas. Así ocurre con Belén. Ni siquiera quienes deberían estar acostumbrados a este proceder de Dios; el pueblo de Israel, no tiene en cuenta esta posibilidad, por eso, cuando unos extranjeros vienen preguntando por el lugar donde debería nacer el Rey de Israel, no son capaces de responder y solo cuando recurren a la Palabra dada por Dios, llegan a comprender dónde hay que buscar a Dios; en lo pequeño y humilde.
La Epifanía es el día en que la Luz de Dios que dormía en un pesebre, brilla para la humanidad entera. La luz de la revelación de Dios se ha propagado a modo de círculos concéntricos. Primero, a María y José, quienes contemplaban en el silencio de la noche a aquel Niño que es Dios mismo. Después, a los pastores, representantes del «pequeño resto de Israel», aquellos que comprendían que su grandeza estaba en haber sido elegidos por Dios y no en sus riquezas humanas. Por último, al mundo entero, hecho presente por medio de aquellos astrónomos que salieron siguiendo una estrella y se encontraron con el Sol de la historia.
Los Magos de oriente son expresión del auténtico espíritu humano, siempre abierto a ser plenificado. El texto evangélico dice que los Magos sintieron un gran gozo cuando la estrella se paró sobre el lugar donde estaba el Niño y pudieron contemplarlo. Es Jesucristo quien lleva a plenitud el anhelo de felicidad que anida en el corazón de toda persona. Sin la luz de Cristo, la vida del ser humano se queda en un camino que nunca llega a su meta. Es como si los Magos hubiesen seguido indefinidamente una estrella que no les hubiese conducido a ningún sitio.
Victoriano Montoya Villegas