EL TIEMPO NO ES ORO, SINO VIDA
¡No tengo tiempo! Por mucho que me organice, se me va la vida en ello… «Remember that time is money», decía Benjamin Franklin. De tal forma que, en un mundo agobiado y estresado por producir, en una sociedad globalizada, saturada y siempre con prisa, parece que se hace alarde del dicho que advierte que «el tiempo es oro». Y es que el significado de tal expresión, invita a ser diligentes en nuestros asuntos, a la vez que recuerda que la vida es breve, por lo que se debe aprovechar el tiempo que se nos concede.
La recomendación «el tiempo es oro», tan habitual en nuestra sociedad y propia de las culturas modernas en que el tiempo y el espacio son de los bienes más apreciados, no es únicamente una figura lingüística sino que es la expresión del concepto mental que tenemos del tiempo como un recurso limitado, escaso y, por tanto, valioso. Ese concepto mental determina nuestro comportamiento: planificamos nuestro tiempo, lo administramos o lo perdemos y medimos nuestro trabajo en función del tiempo que nos lleva realizarlo. Por todo esto, se toma al oro como símbolo de algo muy preciado.
Ante este panorama, hay que aprender a distribuir nuestro tiempo, hay que saber gestionarse a sí mismo. En efecto, es importante concebir que el tiempo es efímero, y así, entender el valor del tiempo, porque el tiempo se gestiona en función de cómo nos gestionamos. Por ello, quizás tengamos que implementar pautas para distribuir nuestro tiempo, comenzando a planificar, organizando nuestra agenda o priorizando objetivos; quizás haya que aprende a delegar y confiar en otros para que nos echen una mano; quizás haya que aprender a decir no, si no somos capaces de llegar, porque tendremos que medir nuestra fuerzas; quizás no haya que asumir más de lo que podemos hacer en el día, porque si no cumplimos los objetivos marcados, podemos comenzar a padecer el síndrome de demasiadas cosas pendientes.
Un refrán de estructura más compleja explica el sentido de dicha frase proverbial: «El tiempo no es oro, pero vale más que el oro; se recobra el oro que se perdió; pero el tiempo perdido, no». Así es, porque realmente el tiempo es vida, nuestra vida que pasa. Pero, más allá del tiempo de dedicación al trabajo que cada uno tiene, ante todo, los cristianos también tenemos que aprender a distribuir y valorar el tiempo desde una indispensable triple perspectiva: tiempo para encontrarnos con los demás, tiempo para encontrarnos con nosotros mismos y tiempo para encontrarnos con Dios.
Y porque el tiempo es encuentro, el tiempo es vida. En definitiva, decir que no se tiene tiempo para esto es una excusa que nos pasará factura, pues el día tiene 24 horas para todo el mundo. Termino con esta frase del escritor José Luis Sampedro: «El tiempo no es oro, el tiempo es vida». En efecto, gestiónate tú para poder gestionar tu tiempo, porque si no tienes tiempo, en realidad quieres decir que no tienes vida.
Jesús García Aiz