DOMINGO XXXIII DEL TIEMPO ORDINARIO, por Ramón Carlos Rodríguez García
Tuve miedo y escondí lo que siempre fue tuyo

Lecturas: Prov 31, 10-13. 19-20. 30-31. Trabaja con la destreza de sus manos. Sal 127. R. Dichosos los que temen al Señor. 1 Tes 5, 1-6. Que el Día del Señor no os sorprenda como un ladrón. Mt 25, 14-30. Como has sido fiel en lo poco, entra en el gozo de tu señor.
Encontramos en el libro de los Proverbios un rosario de elogios que tienen a la mujer como destinatario y modelo. Sus esfuerzos consolidan la familia a la par que no ignora a los necesitados, a quienes ofrece su esfuerzo y trabajo. Dios y el prójimo entran en su itinerario vital. El marido le confía el corazón. San Pablo nos invita a confiar en Dios. Su intervención al final de los tiempos es imprevisible. Utiliza dos sugerentes metáforas (ladrón en la noche, parto de la embarazada). Sólo El ha de ser nuestra seguridad. Sólo en El se puede fraguar la verdadera Paz. En tiempos del Black Friday y demás reclamos comerciales, la llamada del Apóstol sigue vigente: vivamos con lo necesario, sin excesos.
El domingo anterior, el evangelista nos regalaba la parábola de las diez jóvenes para insistir en la vigilancia activa y comprometida que la comunidad cristiana y cada uno de sus miembros debemos realizar. Este domingo mantiene el mismo propósito y nos presenta a un hombre y a sus tres empleados. San Mateo quiere ayudarnos a despertar de los letargos, múltiples miedos y complejos que pueblan nuestras zonas de confort eclesiales. Al igual que aquellos siervos, recibimos “talentos” según nuestra capacidad. Los dos primeros logran duplicar lo recibido. Han trabajado en consonancia con el proyecto de su señor. Nuestra atención sin embargo recae sobre el tercero, siempre en discordia. Ha escondido lo recibido.
La narración nos invita a profundizar en las verdaderas motivaciones de quien es tachado de holgazán y negligente. Tiene una imagen distorsionada de su amo a quien percibe como egoísta, rígido y caprichoso. El amo no admite equivocaciones y lo mejor que se puede hacer es no fiarse de el. El “talento/don” quedará enterrado bajo tierra. Creatividad y responsabilidad serán igualmente sepultados. La obsesión por mantenerlo a salvo, le lleva a una parálisis existencial y a dejar estéril la responsabilidad confiada. Sus disculpas y excusas transparentan de igual forma sus miedos. No ha cooperado con lo entregado y lo acaba perdiendo. A Ti y a mi nos han regalado por lo menos un “talento” ¿se lo vamos a entregar a Dios intacto?
Ramón Carlos Rodríguez García
Rector del Seminario