Comentario Bíblico Ciclo CNoticias

DOMINGO XXX DEL TIEMPO ORDINARIO

Todo el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido.

Lecturas: Eclo 35,12-14.16-19. La oración del humilde atraviesa las nubes. Salmo 33. El afligido invocó al Señor y él lo escuchó. 2 Tim 4,6-8.16-18. Me está reservada la corona de la justicia. Lc 18, 9-14. El publicano bajó a su casa justificado, y el fariseo no.

Atrévete a conocer al Dios de las paradojas. La vida es una paradoja. Dios también es el Señor de la mismas. En la historia de Israel, pero también la de otros tiempos y lugares, la justicia acostumbra a ser parcial, descuidando al débil y mimando al fuerte. El Dios de la vida también es parcial. Restablece el equilibro en las relaciones humanas. Toma partido por aquellos que son explotados, excluidos y abandonados.  En la primera lectura el autor bíblico se enfrenta a una cultura en la que la divinidad está alejada de la historia de los hombres. Los dioses griegos cómodamente instalados en el Olimpo entre escarceos amorosos y ambrosías varias, jugueteaban sumamente entretenidos con las vidas de los mortales, desde el capricho y la crueldad. Aquellas nubes impenetrables e indiferentes al dolor humano son atravesadas por las oraciones de los que claman suplicando justicia y el cese de su sufrimiento. El Dios que no tolera impunidad, abraza sus plegarias regenerando la historia desde su raíz.

El Salmo se hace eco del afligido. Es la oración de un sufriente cuya única esperanza está depositada en el Dios de la historia. A la vez que un lamento es un himno preñado de confianza. Pablo a modo de testamento ante la inminencia de su muerte a manos de sus verdugos, pero siempre en las manos de Dios, nos regala unas imágenes pertenecientes al mundo de los atletas. Ellos competían por la corona del césar, Pablo por la corona de la justicia. Son palabras de ánimo a la comunidad que ha de mantenerse fiel a Jesús y no dejarse arrastrar por falaces planteamientos intelectuales o por la sutil tiranía que se difunde a través de los poros de las instituciones y del mismo estado.

La parábola que emplea Jesús es una nueva oportunidad para desenmascarar a quienes se presentan ante el mundo como aparentes modelos de virtudes, religiosas o mundanas, ocultando la podredumbre que les invade. En la celebración dominical no vamos a justificarnos o vanagloriarnos. Reconocemos nuestros pecados y suplicamos la misericordia del Señor. Necesitamos de su gracia…necesitamos de Jesús. Necesitamos de la comunidad…necesitamos de ti.

Ramón Carlos Rodríguez García

Rector del Seminario

 

 

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