Comentario Bíblico Ciclo ANoticias

DOMINGO XXVI DEL TIEMPO ORDINARIO

Obras son amores y no buenas razones

Lecturas: Ez 18, 25-28. Cuando el malvado se convierte de la maldad, salva su propia vida. Sal 24. R. Recuerda, Señor, tu ternura. Flp 2, 1-11. Tened entre vosotros los sentimientos propios de Cristo Jesús. Mt 21, 28-32. Se arrepintió́ y fue. Los publicanos y las prostitutas van por delante de vosotros en el reino de Dios.

Hoy la liturgia nos ofrece una de las tres parábolas con las que Jesús describe el rechazo del pueblo judío hacia su persona y a la oferta de salvación que propone. Don que se extiende también a publicanos, pecadores y menesterosos. Esta escena sólo la encontramos en San Mateo. Posee una estrategia brillante. Surge del conflicto y encuentra en la confrontación una oportunidad de resolver la relación entre Dios y los hombres. El profeta Ezequiel abonará el camino: cada persona ha de asumir la propia responsabilidad de lo que hace, tanto en el pecado como en la práctica de la justicia, asumiendo las consecuencias que se derivan de sus acciones.

Los hijos de la parábola se confrontan ante la iniciativa de un padre preocupado por la viña. Es el padre quien llama. Cada hijo da una palabra que posteriormente no se corresponde con su acción. Ambos tienen que pronunciarse. No busca perfección sino disponibilidad. No va a ser la apariencia externa sino su conducta la que defina el verdadero propósito de sus corazones. No es el que honra a Dios con los labios sino el que cumple su voluntad quien verdaderamente refleja la petición del Padre. La escena es audaz porque realiza un boceto muy preciso y precioso del rostro del hijo obediente: prostitutas, traidores, marginados sociales…desplazan de los puestos en el Reino de Dios a quienes se sienten moralmente dignos pero que no se convierten al Dios de la ternura y de la generosidad (aquí es donde Dios manifiesta su poder).

También nosotros vivimos en la confrontación con Dios y nuestros semejantes. La celebración eucarística nos brinda la oportunidad de descubrir las contradicciones de nuestra vida y ofrecerlas ante el altar para que nos sane y purifique el dueño de la viña. Podemos desprendernos de nuestros miedos, agobios, frustraciones y errores. Dejémonos renovar por la exigencia y la ternura de quien no nos deja de la mano. Esforcémonos para que nuestra palabra, tanto pública como privada sea veraz desde el momento en que ha sido pronunciada. Que puedan fiarse de nuestra palabra y ver en nuestros gestos cómo se desarrolla la verdad de nuestra vida.

Ramón Carlos Rodríguez García

Rector del Seminario

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