Comentario Bíblico Ciclo ANoticias

DOMINGO XXIV DEL TIEMPO ORDINARIO, por Ramón Carlos Rodríguez García

¿Cuánto es setenta veces siete? Sólo por hoy, las matemáticas no te ayudarán...

Lecturas: Eclo 27, 30 -28, 7. Perdona la ofensa a tu prójimo y, cuando reces, tus pecados te serán perdonados. Sal 102. R. El Señor es compasivo y misericordioso, lento a la ira y rico en clemencia. Rom 14, 7-9. Ya vivamos, ya muramos, somos del Señor. Mt 18, 21-35. No te digo que perdones hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete.

La Palabra de Dios nos sitúa en un escenario de conflicto en el que podemos fácilmente reconocernos y se aleja de todo compromiso ingenuo e idealizado. La respuesta de la Celebración de este domingo es que el perdón es posible. Quien se niega a esta experiencia arruina su vida y la de su entorno. Querer relacionarnos con personas “perfectas” y pretender actuar de manera “perfecta” es una empresa que se sostiene únicamente en la imaginación (la loca de la casa según Santa Teresa de Jesús). Para abrir “boca” el libro del Eclesiástico nos propone ocho proverbios que subrayan la desolación que genera el rencor. Un esbozo del perdón se amplifica en el relato evangélico donde Dios-Padre superará toda imagen que a menudo forjamos desde los esquemas “castigo-recompensa”.

Leer/meditar/orar y contemplar la parábola de este domingo es requisito indispensable para poder celebrarla en la Eucaristía. Te enfrentas a un reto descomunal, te lo advierto. Así es la parábola de hoy. Todo es exagerado…como el amor de Dios y su misericordia. Las cifras son desproporcionadas. Una deuda es inmensa, la mayor cantidad que un judío podía imaginar (es perdonada ante un gesto de compasión imprevisto) la otra deuda es ridícula (poca cosa para un alto funcionario, genera violencia y cárcel, no hay sombra de humanidad/divinidad). El relato evangélico nos invita a ser parte del coro de quienes se quedaron perplejos por la falta de entrañas de quien fue perdonado. Cómo es posible que a quien se le ha condonado una deuda tan alta no reproduzca dicha generosidad a su alrededor. ¿No deberíamos ser agradecidos por el perdón que Dios nos ofrece constantemente? Incluso en el momento de la cruz, donde el odio y la violencia del ser humano alcanzaron cotas nunca vistas y jamás reproducidas pese a nuestros denodados esfuerzos, la súplica del perdón impregnó a todas las generaciones: “PADRE, perdónalos porque no saben lo que hacen”. El evangelista insistirá en otros pasajes sobre la necesidad del perdón para la vida comunitaria, pero es en este fragmento donde se revela la originalidad y novedad del gesto.

Ramón Carlos Rodríguez García

Rector del Seminario

 

 

 

 

 

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