DOMINGO VIII DEL TIEMPO ORDINARIO
BUSCAD EL REINO
A veces podemos sacar una conclusión equivocada sobre las palabras que Jesús dirige hoy a sus discípulos: “Mirad las flores del campo…, sin esforzarse, están llenas de hermosura o los pájaros del cielo que sin trabajar, comen todos los días…”. Como si Jesús pusiera a las flores y los pájaros como muestra de la Providencia de Dios, que cuida de todos los seres y les libra de preocupaciones.
Estas frases no pueden referirse a la confianza en un Dios que cuida de nosotros aunque nosotros no trabajemos ni atendamos ni nos ganemos, trabajando honradamente, nuestra vida, esperando que nos caiga pan del cielo El mismo Jesús se ganó la vida con su trabajo Tampoco la providencia se refiere a que Dios nos protege y por tanto nunca no nos pasará nada amargo. Jesús morirá en la cruz y su Padre no lo salvará de ella.
La verdadera interpretación de estas enseñanzas de Jesús hay que hacerla a la luz de la última frase: “Buscad primero el Reino de Dios y sus justicia y todas esas cosas se os darán por añadidura”.
Jesús está hablando de preferencias, de qué es lo primero en nuestra escala de valores. ¿Qué cosas cotizan más para nosotros? Jesús usa esas imágenes, porque ve claramente que unas cosas nos atraen más que otras, y que el dinero y el consumo nos atraen más que el Reino y su justicia, con tal de triunfar, tener cosas, influencias, éxito personal, apariencia social, poder de consumo para lo necesario y lo superfluo, la diversión y el goce de la vida.
Si nuestra obsesión, preocupación y ocupación en nuestra vida ya no es una subsistencia digna y humana (comida, vestido, vivienda, familia, estudios, educación, ocio y cultura), sino ese ansia de acumular y aparentar, estamos paralizando la solidaridad del compartir, la fraternidad y la comunicación humana, cebando hasta el empacho el egoísmo, la desigualdad y la marginación de muchos. Y esto, aunque cueste trabajo creerlo no nos hace más felices ni más libres, sino más esclavos de las cosas.
No podemos permitir que las cosas, especialmente el dinero, se adueñen de nosotros; debemos buscar las cosas que necesitamos para vivir, pero no vivir para conseguir cosas a las que necesitamos. La causa de la crisis económica que padecemos ha consistido en amar al dinero más que a los hombres y, por tanto, a Dios; en tratar de mantener el imperio del dinero, antes que un mundo más justo; en que no queda en el corazón de nuestra sociedad espacio para servir a Dios.
Manuel Antonio Menchón
Vicario Episcopal