DOMINGO IV DE PASCUA
EL PASTOREO DEL SEÑOR
El pasado domingo reflexionábamos con la estampa del Mar de Galilea, de unos pescadores y una pesca. Hoy cambiamos de escenario para acercarnos al paisaje de Judea con sus pastores y sus rebaños.
Israel fue en sus orígenes un pueblo de pastores. Desde Abraham a hasta los tiempo de Jesucristo, recorrieron las tierras de Canaán buscando pastos para sus ganados de ovejas. Los profetas de Israel la utilizaron para que el pueblo reconociese a Dios como el pastor que los guiaba y cuidaba.
Por eso la imagen que utiliza Jesús era muy sugestiva para sus oyentes de entonces, aunque en una sociedad urbana como la nuestra quizá pase desapercibida y no tiene un significado tan rico como lo tenía en la civilización rural.
Tal vez algún malpensado saque como conclusión que, ante Dios, los seres humanos somos meros “borregos”, obedeciendo por miedo al Pastor, sin libertad ninguna. Y que, por lo tanto, salirse del redil y del rebaño es el mejor camino para nuestra libertad.
Pero cuando Jesús utiliza esa imagen del Pastor, en nombre de su Padre, nada de esto quiere decir. Él siempre invita a seguirle, nunca obliga a nadie, porque respeta nuestra libertad. Además debemos plantearnos esta pregunta: ¿Estamos seguros que escapándonos del rebaño del Señor, no iremos a parar a otros rebaños, a esos que nos llevan a consumir lo que nos mandan, a pensar como los que gobiernan, a imitar a los famosos, a preocuparse solamente en pastar … ¡A esto le llamamos libertad! ¿A quién seguimos?, ¿Cómo distinguir al buen del mal pastor?
A los pastores buenos o malos se les distingue por sus obras. Examinemos lo que buscan, veamos cómo sirven a los más necesitados, miremos su entrega y su generosidad; sondeemos si su vida es consecuente con lo que predican y entonces sabremos quienes son realmente imagen del Buen Pastor.
En las catacumbas los cristianos representaron a Jesús como el Pastor que lleva sobre su hombro a la oveja perdida. Los primeros cristianos vieron como el pastor, Jesucristo, nos conoce y nos ama uno por uno, no nos deja perecer y nos de vida eterna… Es una buena noticia en la fe porque el hombre de hoy es un número entre otros y está descorazonado por el anonimato y la masificación.
Los ministros –servidores– de la Iglesia asumieron este título de Jesús, entendiendo su servicio como una prolongación del talante del Buen Pastor, por eso se le llama “misión pastoral”. El báculo del obispo se asemeja al cayado que utilizan los pastores para guiar con cariño y amor a sus ovejas. Pero… ¿Lo perciben así hoy día los cristianos?
Una doble invitación en este día: por una parte, revisemos si estamos escuchando con atención su voz, es decir, aquello que Él nos dice a través de su palabra y de los Pastores de la Iglesia, y renovemos nuestra fe y lesperanza en este tiempo gozoso de Pascua en que nos sumerge la Iglesia.
Manuel Antonio Menchón
Vicario Episcopal