DOMINGO II DEL TIEMPO ORDINARIO
PRIMERA LECTURA: Lectura del libro de Isaías 62,1-5. La alegría que encuentra el esposo con su esposa la encontrará tu Dios contigo.
SALMO 95: Contad a todos los pueblos las maravillas del Señor.
SEGUNDA LECTURA: Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios 12,4-11. El mismo y único Espíritu reparte a cada uno como a él le parece.
EVANGELIO: Lectura del santo evangelio según san Juan 2,1-11. En Caná de Galilea Jesús comenzó sus signos.
Haced lo que él os diga
Además de la celebración del misterio pascual y del nacimiento del Señor con sus ciclos preparatorios correspondientes (Adviento y Cuaresma), quedan 33 ó 34 semanas en el año para completar el cómputo de días del calendario civil. Este número de semanas constituye lo que se llama tiempo ordinario.
Los domingos de este tiempo ordinario son una celebración repetida del misterio de la Pascua y una vivencia fuerte de la realidad de la Iglesia. El domingo es la pequeña Pascual semanal, del mismo modo que la Pascua es el gran domingo del año. Cada domingo vincula especialmente a los cristianos en torno al Resucitado, para escuchar su Palabra y celebrar su eucaristía.
La liturgia de este segundo domingo del tiempo ordinario nos presenta una bella escena que se desarrolla en un banquete nupcial. En ella los nuevos esposos comunican a sus amigos y parientes la felicidad del amor.
El episodio de Caná es de una gran riqueza para quien se adentra en la estructura e intención teológica del relato. Tomando una boda en un pueblo, el evangelista San Juan construye una narración llena de símbolos para transmitirnos uno de los mensajes centrales de su evangelio: la sustitución de la antigua alianza, fundada en la Ley mosaica, por la nueva, fundada en el amor.
En este domingo se enfatiza que Cristo ha venido a traer el vino nuevo de su caridad, gozo y presencia. El mejor vino que ha sido guardado hasta ahora.
En toda la escena Jesús es el único designado con nombre propio y es el protagonista absoluto. Por primera vez entra en escena a la cabeza de un grupo de discípulos. Todo lo anterior había sido preparación y presentación. Ahora comienza el día de su actividad. Con Jesús se inaugura algo nuevo y distinto. Jesús lo cambia todo.
De la misma manera él puede venir a nuestra vida y, si realmente creemos, nuestra vida cambia. Él puede llenar nuestros odres viejos de ilusión, alegría, de amor y paz. A los que han perdido la esperanza y piensan que su situación no tiene remedio, para aquellos a los que resulta difícil soportar la vida, para los que estamos en apuros y con las reservas de la bodega vacías. Para todos nosotros es siempre posible el milagro: Jesús se sienta a nuestra mesa y comparte con nosotros.
Llenemos nuestras tinajas con la alegría nueva que nos trae Jesús. Hagamos lo que Él nos dice. Sigamos el consejo de María.