DOMINGO XXIV DEL TIEMPO ORDINARIO
“El Hijo del Hombre tiene que padecer mucho”
Primera lectura: Isaías 50,5-10. Ofrecí la espalda a los que me golpeaban.
Salmo 114 Caminaré en presencia del Señor en el país de la vida.
Segunda lectura: Santiago 2,14-18. Si no tienes obras, la fe está muerta.
Evangelio: Marcos 8,27-35. El hijo del Hombre tiene que padecer mucho.
La confesión de Pedro constituye la cumbre de la primera parte del Evangelio de San Marcos (1,14-8,26) y el inicio de la segunda (8,27-16,8). Esta narración pone en boca de los discípulos las preguntas que surgían acerca de la persona y de la misión de Jesús. En este contexto, la confesión mesiánica de Pedro, justa pero peligrosa por su posible interpretación nacionalista, da la posibilidad a Jesús de proponer la nueva enseñanza acerca del Mesías que debe sufrir.
Jesús no rechaza directamente la confesión de Pedro, pero no quiere que se propague. La concepción popular del Mesías, a juicio de Jesús, estaba deformada y mundanizada. Quiere evitarla en sus oyentes y corregirla en sus discípulos. En el Evangelio de Marcos los adversarios de Jesús entienden al “Mesías” como “rey de Israel”, es decir con un significado nacional y político. Pilato concibe la acusación contra Jesús como revolucionario en busca de tratamiento “de rey” y lo llama “rey de los judíos”, como también lo hacen los soldados a manera de burla (15,18) y la inscripción en la cruz (15,26). Este es uno de los motivos de los “mandatos de silencio”. Se debe evitar el equívoco.
Jesús propone entonces la siguiente confesión en términos de pasión –muerte – resurrección del Mesías como algo necesario. Su pasión y muerte no es solamente martirio y testimonio, es algo nuevo que plantea un desafío para los lectores de todos los tiempos.
Jesús se expresa no como un Mesías político, triunfal. El debe pasar por la pasión y muerte. Las autoridades de Israel lo rechazarán y condenarán. Por medio de su muerte y resurrección Dios va a traer justicia y paz a su nuevo reino.
La dura expresión: “¡apártate de mí, Satanás!” Nos recuerda que Jesús debió superar tentaciones mesiánicas (Mc 1,12-13). El que no quiere reconocer la figura del Mesías que sufre y muere, es rechazado por Jesús: ¡Este no es el plan de Dios!
Jesús es el Mesías sufriente según la voluntad del Padre, el Mesías de la cruz. Creer en Jesucristo supone una purificación continua de la fe, superando empobrecimientos tradicionales y nostalgias sensibleras.
La fe es vida, es elección gozosa, apertura a Dios infinito. Creer en Jesucristo es encontrar la alegría de vivir, la verdad total, la esperanza del mundo, la paz en cualquier circunstancia.
Este texto resuena de forma especial en contexto eucarístico. Nos invita a plantearnos el misterio de la persona de Jesús. En la Eucaristía Jesús manifiesta la salvación que ofrece: nos salva haciéndonos compartir su muerte y resurrección. Comprender y vivir la Eucaristía es comprender a Jesús.
Ramón Carlos Rodríguez García, sacerdote