DE LA MUERTE A LA VIDA (II): REALMENTE RESUCITÓ EL SEÑOR
Si Jesús experimentó una transformación radical al resucitar, no fue menor la transformación de sus discípulos. Aquellos pescadores aterrorizados que tras la muerte de Cristo se escondían por miedo a los judíos, se convirtieron de repente en osados predicadores de la Buena Noticia y una nueva vida brotó por doquier.
No obstante, por otro lado, como en tiempos de Jesús todavía estaba empezando a abrirse camino en la conciencia colectiva del pueblo judío la esperanza de que hubiera otra vida después de la muerte, seguía estando muy arraigada la teoría de la retribución divina intramundana: todos pensaban que quienes son derrotados en la tierra tienen que ser malvados por fuerza. Por eso, el trágico final de Jesús significaba para aquella gente que todo había resultado ser falso en él: su pretensión de ser Hijo de Dios, su autoridad, su anuncio de que había llegado el reino de Dios, etc.
Pero —como decía san Pablo— al tercer día Dios «le avaló delante de todos resucitándolo de entre los muertos» (Hch 17, 31). Ahora quienes resultaron ser unos blasfemos fueron precisamente quienes habían condenado a Jesús como blasfemo. A partir de ese momento los discípulos pudieron releer bajo una nueva luz todo lo que habían vivido junto a Él. Su autoridad —de la que hacía gala al contraponer su «yo os digo» a lo que enseñaban los maestros de la Ley e incluso el mismo Moisés (cf. Mt 5, 20-48)— fue confirmada por Dios resucitándole de entre los muertos; lo mismo ocurrió con su pretensión de ser el Hijo de Dios o con su anuncio de que había llegado el Reino de Dios. Al resucitar, el «Jesús de la historia» se convirtió en «el Cristo de la fe».
Por eso la resurrección de Cristo no solo está situada en el centro del símbolo de nuestra fe (en el Credo), sino que es también el centro de la fe cristiana. De hecho, decía muy acertadamente san Agustín: «no es gran cosa creer que Cristo murió: eso también lo creen los paganos, los judíos y todos los inicuos. Todos creen que Cristo murió. La fe de los cristianos consiste en creer en la resurrección de Cristo».
Que el Papa Francisco haya tenido que recordarnos la solidez de esta doctrina es preocupante, porque implica que algunos bautizados seriamente ponen en duda este milagro fundamental (nunca mejor dicho) de nuestra fe. Así que afirmemos con convicción y alegría esta buena noticia que centra nuestra fe, que inaugura un tiempo nuevo de esperanza en el que Jesús nos promete alcanzar dicha condición, y todo ello, porque realmente resucitó el Señor.
Jesús García Aiz