ASUNCIÓN DE LA SANTÍSIMA VIRGEN
María. Madre y modelo
La palabra de Dios nos ofrece diversos aspectos de la asunción de María, que nos ayudan a comprender la celebración. La 1ª presenta la imagen de una mujer gloriosa, que da a luz al Mesías y después de persecuciones y dificultades, es coronada y glorificada. Esta mujer es símbolo de todo el pueblo de Dios, del AT y NT, llamado a hacer presente al Mesías en este mundo y, después de dificultades, a ser glorificado. La Iglesia ve en esta figura una imagen de María virgen. Ella es miembro eminente del pueblo de Dios y fue la mujer concreta que dio a luz al Mesías y el primer ser humano que ya comparte la gloria de Jesús. Como tal, es modelo de todo cristiano, llamado como ella a hacer presente a Jesús y a compartir su resurrección. Caminamos hacia una meta extraordinaria.
La 2ª profundiza en la causa de nuestra futura glorificación, la muerte y resurrección de Jesús, primogénito de entre los muertos. Él con su muerte y resurrección nos ha abierto el camino que conduce a nuestra plena felicidad y gloria, vivir consagrados a hacer la voluntad del Padre por amor. Dios es amor y el amor es el único camino que conduce a él. La lectura habla de un orden en la participación de la plena glorificación de Jesús. A él alude la liturgia para sugerir que María es la primera que la comparte.
Finalmente el Evangelio nos dice cómo María recorrió el camino abierto por Jesús y que la condujo a la meta de la glorificación: servir y orar. Se enteró del embarazo de su prima y se puso en camino con diligencia para ayudarla. Su prima la alaba como madre del Señor y se cree indigna de esta visita y María responde alabando a Dios. Ora con corazón humilde y agradecido, dos características importantes de la oración, agradeciendo el don de la maternidad divina. Ora a Dios, con una oración que le sale de lo más profundo de su ser, porque es misericordioso y fiel a sus promesas y pone a su servicio toda su omnipotencia como manifiesta su acción revolucionaria consistente en fecundar a una virgen
En medio del descanso veraniego, esta fiesta de la Virgen nos recuerda que existe un verdadero descanso, pleno y eterno, que Dios tiene destinado a los que le aman. Jesús nos abrió el camino y nos capacitó para gozarlo, María, su madre, es la primera que lo ha conseguido plenamente. Ella, como madre y modelo, nos recuerda el camino y nos ayuda para conseguirlo. Por ello es madre de nuestra esperanza.
En la Eucaristía se hace sacramentalmente presente la meta, Jesús resucitado viene a nuestro encuentro y nos alimenta para seguir caminando. Por él damos gracias al Padre que nos eligió antes de la creación del mundo para que seamos santos e inmaculados en el amor (Ef 1,4) y nos ha dado a María como madre y modelo.
Primera lectura: Ap 11,19a.12,1-6a.10ab: Una mujer vestida de sol, la luna por pedestal.
Salmo responsorial: Sal 44,l0bc.11-12ab.16: De pie a tu derecha está la reina enjoyada con oro de ofir.
Segunda lectura: 1Co 15,20-27: Primero Cristo como primicia, después todos los que son de Cristo.
Evangelio: Lc 1,39-56: María se puso en camino… El Poderoso ha hecho otras obras grandes por mí; enaltece a los humildes.