DOMINGO XXVIII DEL TIEMPO ORDINARIO
INVITADOS A ESTAR DE FIESTA CON NUESTRO DIOS
La parábola del relato evangélico de hoy, como en los domingos anteriores, la pronunció el Señor dirigiéndose de un modo especial a los sumos sacerdotes y a las autoridades de Israel. Pero también a todos los demás oyentes. Así lo entendieron los evangelistas Mateo y Lucas, que la recogen en sus evangelios, destinados a las comunidades cristianas, porque lo que las actitudes que parábola denuncia pueden ser también u peligro para los discípulos, y lo que la parábola anuncia es la gran esperanza de los seguidores de Jesús.
El rey busca invitados para la boda de su hijo. Los invitados rechazan la invitación, se niegan a asistir, rechazando a Dios mismo que invita a participar en la fiesta que ha preparado para el humanidad. En definitiva lo que los invitados rechazan es el gozo, la felicidad, la alegría, que Dios ofrece gratuitamente para todos los pueblos y que el profeta Isaías, en la primera lectura ha descrito como un gran convite: “Preparará el Señor de los ejércitos para todos los pueblos, en este monte, un festín de manjares suculentos, un festín de vinos de solera; manjares enjundiosos, vinos generosos”.
Pues esa alegría del banquete se enriquece cuando el motivo de la fiesta es una boda. Nada menos que la boda de Dios, la nueva Alianza, con la humanidad, por medio de su Hijo. Jesucristo.
El rechazo se debe principalmente a que los convidados tienen otras cosas que consideran más importantes y urgentes, que acudir a la invitación de Dios. Están ocupados y preocupados por mantener sus negocios, atender sus asuntos o disfrutar d sus ocios. No tienen tiempo para Dios, porque no es lo más importante para ellos, acudir a las llamadas de Dios no es sino una “pérdida de tiempo”… ¡con tantas cosas que tienen que hacer…que nos pueden reportar unas ganancias!.
Dios parece que no tiene nada que dar: la fiesta que ofrece, porque es “una fiesta aburrida”.
¡Y qué triste es ver cómo esta parábola se realiza hoy en la vida de tantos católicos, invitados a la Fiesta de la Eucaristía! Para muchos ir a Misa, ir a esta fiesta semanal que Dios prepara para nosotros, se ha convertido en “un tiempo que se puede emplear mejor en otras cosas”. Formalmente se trata de un rechazo de Dios mismo y de un rechazo a la comunión con Dios y con los demás invitados, los hermanos llamados a sentarse en la mesa del Padre.
A pesar de todo, disfrutamos de la suerte de tener un Padre Dios muy paciente que no se cansa de invitarnos a su fiesta, tocando cada día, a la puerta del corazón, como nos recuerdan las bellas palabras del Apocalipsis: “Mira que estoy a la puerta y llamo, si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré, y cenaré con él, y él conmigo.
Manuel Antonio Menchón
Vicario Episcopal