Comentario Bíblico Ciclo B

DOMINGO XXIII DEL TIEMPO ORDINARIO

entender la esencia del mensaje de Jesús

Las diversas lecturas de la liturgia de hoy giran en torno al mismo mensaje: abrir los oídos para entender y practicar qué es lo más importante del mensaje de Jesús. La primera lectura anuncia que en los tiempos mesiánicos Dios abrirá los oídos de los sordos y los ojos de los ciegos, a la vez que soltará sus lenguas para que puedan hablar y proclamar las grandezas del Señor. El relato evangélico aparece como cumplimiento de esta promesa en una persona concreta. Esto induce a los presentes a comentar lo que han presenciado con dos citas del AT: Todo lo ha hecho bien es una cita de Génesis (1,31), que se refiere al final de la creación. Con ello se quiere decir que Jesús está realizando una nueva creación, de la que forma parte esta curación; la otra cita está tomada de Isaías (35,4-7), el texto recordado en la primera lectura. Tanto el salmo responsorial como la segunda lectura precisan lo que tenemos que oír, ver y entender: Dios reina cuando, por medio de nosotros, « hace justicia a los oprimidos, da pan a los hambrientos, sustenta al huérfano y a la viuda», pues así «El Señor reina eternamente». Finalmente en la segunda lectura Santiago precisa este mensaje, invitando a tomar en serio a los pobres, evitando todo favoritismo y exclusión.

En el contexto de la obra de san Marcos, el relato del Evangelio tiene carácter simbólico, sugiriendo cómo los discípulos de Jesús fueron abriendo poco a poco los oídos y los ojos a su mensaje. Esta misma es la finalidad que persigue Jesús al dirigirnos hoy este mensaje, que comprendamos qué es lo esencial de la vida cristina para que no nos andemos por las ramas, perdiendo el tiempo en cosas secundarias y descuidando lo esencial.

Vivir cristianamente comprende diversas acciones: creer y conocer la fe, oración en sus distintos modos (Eucaristía que es la principal, oraciones privadas, rosario, novenas…), cumplir los mandamientos, resumidos en amor a Dios y al prójimo, compartir, obras de misericordia, dar a conocer la fe… Todo ello ayuda, pero no todo tiene el mismo valor. Para ver lo que es más importante conviene acudir a la escenificación del juicio final que hizo Jesús para responder a esta pregunta (Mt 25,31-46): «tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber, fui peregrino y me acogisteis, estuve enfermo y me visitasteis…» El amor concreto al pobre necesitado es lo más importante. Esto es lo que tenemos que entender, sin descuidar lo demás. En estos consiste el amor a Dios, pues Dios no necesita nada de nosotros, pero sí nos necesita para mostrar su amor a los necesitados. Dios cuida de los necesitados de dos formas, dándoles fuerza interior para afrontar y superar su situación y sirviéndose de nosotros para remediarla. Así reina Dios, como dice el salmo responsorial.

Todo esto responde a una lógica: Dios es amor y lo único que sabe hacer es amar. Ama a la humanidad y la ha creado a su imagen y semejanza, capaz de pensar, querer, amar y ser responsable. A esta humanidad la ha querido elevar a la condición especial de hijos suyos por medio de su Hijo, Jesús, que “nos amó y se entregó por nosotros” (Ef 5,2). Los que por la fe en Jesús aceptan esta filiación tienen “sangre” divina, cuyo ADN es capacidad para amar. Se tiene que notar que somos hijos porque amamos y con Jesús nos entregamos a los hermanos. Esto es lo que tenemos que entender y para esto nos tienen que ayudar todas las demás manifestaciones de la vida cristiana, evitando, por otra parte, lo que nos ciega e impide ver, como el egoísmo, la avaricia, el orgullo…

La Eucaristía es centro de la vida cristiana siempre que esté unida al amor al prójimo, especialmente a los necesitados, tarea que supone y fortifica. En ella experimentamos el amor del Padre y del Hijo y lo agradecemos, ofreciendo al Padre nuestros pobres medios y manos para que se sirva de ellos en su atención a los necesitados.

Primera lectura: Is 35,4-7: Los oídos del sordo se abrirán, la lengua del mundo cantará

Salmo responsorial: Sal 145,7. 8-9a. 9b-10:Alaba, alma mía, al Señor

Segunda lectura: Sant 2,1-5: ¿Acaso no ha elegido Dios a los pobres para hacerlos herederos del reino?

Evangelio: Mc 7,31-37: Hace oír a los sordos y hablar a los mudos

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