DOMINGO XIII DEL TIEMPO ORDINARIO
MIRAR HACIA ADELANTE CON LA MANO EN EL ARADO
Hoy la lectura evangélica nos invita a reflexionar sobre la vocación cristiana: la llamada de Dios a través de Jesucristo y la respuesta del hombre.
Todos hemos sido llamados por Dios no solo los sacerdotes y religiosos y religiosas. Cada uno, por supuesto, recibe una llamada particular para trabajar en la viña del Señor (Reino de Dios) en el seno de la Iglesia.
La vocación que nos une (ser hijos de Dios, hermanos en la Iglesia) es más importante que lo que nos distingue (ser laicos, sacerdotes o religiosos), pues todas las vocaciones se complementan y enriquecen mutuamente dentro de la Iglesia.
En el Evangelio de hoy leemos que Jesús vive su vocación siempre fiel al Padre. Por eso, “Jesús tomó la decisión de ir a Jerusalén”, sabiendo que lo iban a matar. El libremente va a entregar su vida.
En ese camino se encuentra con algunos que desean seguirle. Uno le dice “Te seguiré a donde vayas” Jesús le dice: “Las zorras tienen madriguera, y los pájaros nido, pero el Hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza.” El desea que sus seguidores comprendan esta realidad. El no promete seguridades económicas o sociales. Sus seguidores sufrirán toda clase de pruebas y carencias. Él quiere que le sigamos solo por amor.
Quien sigue a Jesús debe renunciar a mucho. Nada puede estar por encima de su llamada. Si nos desconcierta la radicalidad de Jesús. Si tenemos que debatir en nuestro interior con estas palabras: “Deja que los muertos entierren a sus muertos”, es buena señal. Porque lo temible sería que las escuchemos y quedemos indiferente ante ellas. Jesús no se opone a que enterremos a los muertos, lo cual es una obra de misericordia. También debe estar claro que Jesús no quiere quebrantar a la familia. Precisamente, porque enterrar a muertos y amar la familia son bienes queridos por Dios indiscutiblemente, poner la respuesta a su llamada por encima de dos cosas buenas, significa que el seguimiento a Jesús es aún mejor y está por encima de todo lo bueno
No habría conflicto entre la vocación y familia si todos comprenden que cada miembro pertenece ante todo a Dios y respetan su vocación. Pero sabemos que ante unas vocaciones específicas, hay familiares que no aceptan o hay jóvenes que no logran vencer su excesivo apego a la familia.
No se le pueden poner condiciones a Jesús. No se le puede acomodar a nuestro Pensar así es relegar la vida cristiana a una moda pasajera. Jesús nos dice hoy: “El que echa mano al arado y sigue mirando atrás no vale para el reino de Dios.” No se puede mirar a lo que dejamos atrás sino a lo que está delante: la promesa de Jesús. Una vez tomada esta determinación la vida nueva se hace muy feliz y experimentamos la libertad para amar con el amor de Jesús en un mundo tan necesitado de Él.
Los tres ejemplos de personajes que ponen condiciones antes de seguir a Jesús no deben interpretarse como si las excusas -o las previas advertencias del Señor.- fueran lo más importante. Como tantas otras veces el estilo del evangelio es queridamente exagerado, extremoso, pero para dejar bien claro lo que importa: Es legítimo tener”donde reclinar la cabeza”; es una obra de misericordia “enterrar al padre”; es muy humano “despedirse de la familia”… Todo ello es sano y bueno -quizá necesario, quizá también voluntad de Dios-. pero lo que no vale es convertirlo en excusa para no seguir a Jesucristo, para no trabajar por el Reino.
Manuel Antonio Menchón
Vicario Episcopal