DOMINGO V DE CUARESMA
LA MUERTE VENCIDA
Los tres últimos Domingos de esta Cuaresma se nos ha ido revelando el verdadero rostro de Dios exteriorizado en Jesucristo. Así, en el diálogo con la mujer del pozo de Sicar, reconocíamos que el Dios de Jesucristo, es la única fuente que puede saciar nuestra sed de verdadera felicidad; en la curación del Ciego, Dios se muestra en Jesús, como una luz creadora que abre nuestros ojos a una nueva vida, la vida que recibimos en el bautismo y que nos hacia divinos, como hijos de Dios y hermanos de Jesucristo, al que reconocemos como nuestro Señor.
Hoy, el evangelio nos lleva a contagiarnos de una gran esperanza, ante la victoria definitiva del enemigo más temido por todos. La familia y los amigos de Lázaro, se encuentran doloridos ante esta cruda y diaria realidad que es la muerte. El mismo Jesús llora la muerte del amigo.
La muerte es una constante experiencia humana, que aunque no sea personal, mientras vivimos, si que es dolorosa padecerla en los demás: familiares, amigos compañeros… En cada adiós definitivo, se muere con ellos una página de nuestra vida. La muerte que llamamos natural, la muerte final de una horrible enfermedad, la muerte como consecuencia de la violencia o la injusticia, es el más profundo de los problemas humanos. Por eso, también, una vida no amenazada de muerte es la más profunda aspiración que llevamos dentro de nosotros.
Pero esa aspiración está cargada de interrogantes: ¿es la muerte el final de toda la existencia del ser humano?, ¿es la muerte punto final o punto y seguido?, ¿nos espera la nada u otra vida nueva?, ¿somos aniquilados o transformados?, ¿al final del camino saltamos a los brazos amorosos del Padre Dios o al vacío?…
Depende de las respuestas que los hombres den a estas preguntas, así será la actitud que tengan ante la muerte e incluso ante la vida.
Jesús que, nos ha manifestado al Dios que ha respondido al ansia de felicidad y nos ha ofrecido una nueva vida para este vivir diario, hoy también nos ofrece la respuesta más esperanzadora para estos interrogantes: Sólo en él, que es resurrección y vida se puede fundamento la fe y la esperanza en el regalo de su Padre y nuestro Padre Dios de una vida feliz y eterna.
Cristo, al que nuestros ojos asombrados, una vez más. lo contemplarán resucitado en la cercana Vigilia Pascual es la única respuesta válida al enigma de la muerte del hombre. Y esa esperanza a la que Cristo nos abre se nos adelanta en la resurrección del amigo Lázaro, como signo de la vida eterna que Dios nos otorga, en su Hijo, cuando, creyentes en su Palabra, nos reafirmamos en querer seguirle con la cruz que lleva a una muerte que ha sido herida incurable de vida por la resurrección del Primogénito de entre los muertos.
Manuel Antonio Menchón
Vicario Episcopal