SANTISIMA TRINIDAD
«Descálzate, porque el lugar que pisas es sagrado»
Siempre me ha parecido difícil hablar de la Trinidad, porque tratar de acercarse a este misterio, solo puede provocar vértigo en el que lo pretende delimitar. Hay un teólogo llamado Bruno Forte que en un librito suyo llamado La Trinidad como historiale dedicaba un capítulo entero al “destierro de la Trinidad”. En efecto, en él nos cuenta como la fe en la Trinidad, que era confesada por todos los creyentes, apenas si ejercía una influencia en la manera en la que los cristianos vivían su fe. Habían subido a Dios a una cima teológica tan inaccesible, que se había reducido el misterio de la Trinidad a una especia de teorema teológico casi incomprensible, que se aprendía de memoria en la catequesis, pero sin incidencia en la vida concreta de fe.
Ante todo la Trinidad es misterio, y ante el misterio sólo cabe la contemplación y la aceptación desde el amor. Tenemos que abandonar muchos criterios basados en el aspecto intelectual si queremos profundizar en la vivencia del Misterio. Mejor que entenderlo es amarlo y mejor que analizarlo es vivirlo. Es un Misterio que nos proporciona en ultima instancia la mejor definición de Dios: Es amor. Dios no es un ser solitario, desterrado en su grandeza; no es un ser inaccesible, al que solo podemos adorar desde la lejanía. Dios es comunión de tres personas unidas en el amor, un amor no excluyente y que se abre posibilitando nuestra acogida. Dios viene a nosotros para acogernos en la intimidad de una relación de amor que es Él mismo.
Que Dios sea comunión de personas nos ilumina la vocación de la iglesia: está llamada a ser “icono de la Trinidad”, reflejo en su vida de lo que este misterio implica. Hay que beber en la fuentes de la Trinidad desde la oración, contemplar este misterio. Ser comunión de personas unidas por el amor. Comunidad que se lanza en busca del hermano para hacerle partícipe de esta comunión de amor. Si Dios es amor que se comunica y que acoge, esta tendrá que ser la esencia propia de la Iglesia.
Que Dios sea Trinidad no representa añadir oscuros dogmas a la ya difícil tarea de vivir la fe cada día. Lejos de ser una idea abstracta y lejana, nos aporta a los cristianos la forma en la que Dios se comunica. No es Alguien impersonal, frío e indiferente sino la Vida en amor compartido, de forma comunitaria. Gracias a Dios, estamos hechos a esta imagen y semejanza y esperamos ansiosos el día en que nuestra naturaleza se una definitivamente a la Trinidad, una unión que ya ha comenzado en Cristo. A veces nos encontramos en nuestra vida, cara a cara, con el misterio, y ante Dios solo cabe la adoración.
Francisco Sáez Rozas