Comentario Bíblico Ciclo A

DOMINGO II DE NAVIDAD

La Iglesia, prolongación de la encarnación

La liturgia de este domingo invita a una reflexión reposada sobre el alcance de la encarnación: Dios se ha hecho hombre, ha asumido la humanidad de forma permanente, la ha divinizado, ha elegido esta condición como forma habitual de hacerse presente entre nosotros.  Toda la Historia de la salvación tiende a la consumación de esta realidad que culminará en la aparición de la tierra nueva y cielos nuevos.

La primera lectura recuerda  la convicción del pueblo judío de que Dios ha encarnado su sabiduría en la Torá dada a Israel. Era un anuncio de la encarnación del Verbo, Sabiduría de Dios (1 Cor 1,24). Por ello, como comenta Pablo, ya no hay que buscarla arriba en el cielo ni abajo en el abismo, pues se encuentra en Cristo y su palabra (Rom 10, 9-10).

La segunda lectura ofrece el marco general de la actuación divina: no improvisa nada. Decidió crear la humanidad para que fuera una prolongación de su Hijo, un pueblo de hijos en el Hijo. Para eso envió a su Hijo, que, para actuar entre nosotros de forma accesible y respetuosa con nuestra libertad, quiso, a pesar de su condición divina (Flp 2,6), tomar la condición humana (Evangelio). Es la plena realización del anuncio hecho por Is 45,15 de que lo propio de Dios es actuar en la historia como Dios oculto, que, para respetar la libertad humana, no actúa de forma triunfalista, sino por medio de su palabra y de personas.

Jesucristo es a la vez Dios y hombre, posee dos naturalezas completas sin mezcla ni confusión. Y porque actuó en forma humana, fue objeto de escándalo incluso por parte de sus paisanos (Mc 6,1-6). Gracias a su resurrección, continúa presente entre nosotros de varias formas que prolongan su encarnación, el poder salvador divino encarnado en la debilidad de personas,  instituciones  y realidades. Esta es la condición de la Iglesia, de la Escritura, del ministerio sacerdotal, de la liturgia, de los pobres y de todas las realidades con las que se identifica Jesús. Es lo normal del Dios oculto.

La Iglesia, cuerpo de Cristo, es la encarnación del resucitado en una sociedad humana, con todas sus posibilidades y limitaciones. Por ello es objeto del misterio y de la sociología a la vez. Sabe que el Resucitado estará con ella hasta la consumación del mundo (Mt 28,20) y también que es pecadora y ha de purificarse constantemente. El no considerar ambos aspectos, es causa de escándalo para algunos que no ven adecuadamente esta realidad. Newman dio un paso decisivo en su descubrimiento de la Iglesia católica, cuando supo distinguir ambos aspectos y constatar que los desajustes entre la realidad íntima de la Iglesia católica y la conducta de sus miembros se daban también en su Iglesia anglicana, y en general en todas las instituciones humanas son frecuentes las inconsecuencias entre ideal y realización.

Lo mismo hay que decir del cristiano, templo viviente de la Sma Trinidad, y del orden sacerdotal. Igualmente la celebración litúrgica es acción de Dios en una celebración humana, en la que la eficacia no depende tanto de los efectos psicológicos sino de Dios que habla y entrega a su Hijo. Por su parte la Sda Escritura es palabra de Dios en lenguaje humano, lo que implica un esfuerzo por conocer el lenguaje humano que nos lleva a la palabra de Dios, superando así muchos textos oscuros. Finalmente Jesús se ha querido identificar en los pobres y necesitados (Mt 25,31-46), a pesar de su condición externa, a veces desagradable.

Cuando celebramos la Eucaristía, celebramos la continuidad del misterio de la encarnación. Jesús está presente en la comunidad reunida, en el sacerdote celebrante, en la palabra humana proclamada y en el pan y vino consagrados por obra del Espíritu Santo.

PRIMERA LECTURA: Lectura del libro del Eclesiástico 24,1-4. 12-16: La sabiduría habita en medio del pueblo elegido

SALMO RESPONSORIAL: Salmo 147,12-13. 14-15. 19-20: La Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros

SEGUNDA LECTURA: Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Efesios 1,3-6.15-18: Nos predestinó a ser hijos adoptivos suyos por Jesucristo.

EVANGELIO: Lectura del santo Evangelio según san Juan 1,1-18: La Palabra se hizo carne y acampó entre nosotros.

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