Comentario Bíblico Ciclo C

DOMINGO II DEL TIEMPO ORDINARIO

LA FIESTA DEL MESÍAS

Todos los milagros que nos narran los evangelios, especialmente el Evangelio de san Juan son señales. De manera que detenernos en tratar de ver solo  el milagro y quedarnos  maravillados por el poder del Señor, nos impide  recibir el mensaje con toda su riqueza.

Hay que situar el acontecimiento del milagro que hoy nos relata san Juan.  Cana de Galilea, a pocos kilómetros de Nazaret. Jesús aparece en una boda de unos amigos en la que también está invitada su madre. El comparte la alegría de unos novios y de los invitados a la boda. Asumió nuestra condición también y sobre todo en esto: compartir nuestras alegrías y los pequeños detalles de cada día.

Al final de la fiesta comenzó a faltar el vino. Esta bebida era uno de los ingredientes indispensables en el banquete de bodas. Los judíos, especialmente la gente sencilla, de ordinario no bebían vino, pero lo reservaban para las fiestas, sobre todo para las bodas.

La Virgen se dio cuenta enseguida de lo que pasaba. Los jarros ya no volvían llenos de la pequeña bodega. Pero estaba Jesús, su Hijo. Ante este problema surge el diálogo: La madre de Jesús le dijo: no tienen vino. Pide, sin pedir. Expone una necesidad: no tienen vino.

Jesús le respondió con unas palabras algo misteriosas: “Mujer, ¿qué tenemos que ver nosotros“. Y a continuación añade Jesús: Mi hora no ha llegado todavía. Jesús quiere indicar que aún no había llegado el momento de manifestar su poder divino al mundo mediante los milagros. En medio de una fiesta de Bodas, María pide a Jesús que haga un milagro de carácter casi familiar y doméstico. Y así llegó la hora. La petición de su Madre, pudo ser el comienzo de la hora de su Hijo.  Por eso, actuó como si hubiera accedido a su petición inmediatamente: “Haced todo lo que Él les diga“, les dice a los sirvientes. Estas son las últimas palabras de la Virgen en el Evangelio. No podían haber sido mejores.

San Juan nos dice que el milagro del vino de Caná de Galilea fue un signo. Un signo, una señal puede ser una flecha en la cuneta del camino que señala una dirección. Y esa flecha la supieron interpretar bien los discípulos, que sintieron crecer su fe en Jesús no por los seiscientos litros de vino, sino porque el banquete de bodas, el novio y la novia, la abundancia de vino y la alegría de los hombres, eran signos, flechas que señalaban desde los antiguos Profetas, la cercanía del Mesías que ya estaba entre ellos, en su Maestro Jesús. Es importante que evangelio de hoy nos enseñe que Jesús no es un aguafiestas, sino alguien que ha venido a procurar la felicidad del hombre

Manuel Antonio Menchón

Vicario Episcopal

Mostrar más

Publicaciones relacionadas

Botón volver arriba