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Homilía en la Solemnidad de la Inmaculada Concepción de la B. V. María

Queridos sacerdotes y seminaristas;

Queridos hermanos y hermanas:

La solemnidad de la Inmaculada nos invita a celebrar el misterio de la concepción inmaculada de la Virgen con alegría y esperanza. Desde el primer momento de su existencia el hombre se hizo culpablemente pecador desobedeciendo el mandato de Dios, queriendo hacerse dueño del paraíso en lugar de custodio responsable del mismo. Adán, representante corporativo de toda la humanidad, quiso que se le abrieran los ojos para ser igual a Dios, conocedor del bien y del mal, pero, al abrírsele los ojos, Adán y Eva se dieron cuenta de que estaban desnudos y se avergonzaron el uno del otro, se produjo aquel desequilibrio que introduce la desobediencia al mandato de Dios, provocando la desconfianza  que trastorna las relaciones entre el hombre y la mujer;  y, más allá de la comunión personal entre ambos, la relación entre los hombres en general. La desobediencia al mandato de Dios da lugar a la quiebra de la armonía que sostenía la relación del hombre con Dios. El pecado introdujo así en el mundo la muerte, no tanto la muerte biológica cuanto la muerte eterna, que es la lejanía definitiva de Dios.

HOMILÍA EN LA SOLEMNIDAD DE LA INMACULADA CONCEPCIÓN DE LA B. V. MARÍA

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