FIESTA DEL BAUTISMO DE JESÚS
realizar el ministerio como siervo de yahvé
La fiesta del bautismo de Jesús es prolongación de la fiesta de Epifanía. En la primera Jesús se presente como salvador universal, en esta se nos muestra al comienzo de su ministerio, ungido por el Padre como su Siervo y dispuesto a realizar toda su obra en esta línea de humildad y servicio.
Las tres lecturas lo explican muy bien. En la 1ª se nos recuerda la primera profecía sobre el Siervo de Yahvé a la que alude la voz del cielo en las palabras dirigidas a Jesús. En ella se nos describen algunas características del Siervo. Tiene como misión crear un mundo de justicia a todas las naciones, que vivirán unidas a Dios. Librará de prisiones y dará luz a los ciegos. El modo será la humildad, la misericordia que busca siempre dar vida, la constancia y fidelidad, todo ello apoyado en una inquebrantable confianza en Dios que le lleva de la mano. En la segunda lectura san Pedro explica el sentido del bautismo: fue el contexto en que el Padre ungió a Jesús con el Espíritu Santo, capacitándolo así para su ministerio. Como consecuencia, pasó haciendo el bien. Finalmente el evangelio presenta a Jesús realizando un gesto de humildad al recibir el bautismo de agua de Juan Bautista. Era bautismo para pecadores. Él no lo era, pero lo hizo como gesto de solidaridad con ellos. El Padre confirmó este gesto y decidió que Jesús comenzara su ministerio, ungiéndolo para ello. En el AT se ungía a los sacerdotes con aceite para capacitarlos para su tarea. Se derramaba el aceite sobre la cabeza y se pedía a Dios la gracia de capacitarlo para su misión. En el caso de Jesús se derrama el Espíritu Santo mientras el Padre le dirige las palabras consecratorias, que están inspiradas en la primera profecía del Siervo: Tú eres mi Hijo amado, mi predilecto, donde Hijo tiene un sentido profundo: Hijo-siervo, totalmente consagrado a hacer la voluntad de su Padre, que le corresponde con un amor de predilección. Las palabras están en segunda persona, dirigidas a Jesús y comienzan un diálogo que durará toda la existencia de Jesús, viviendo conforme al plan del Padre.
Así Jesús comenzó un ministerio que culminaría en su muerte y resurrección y con ello a la creación del bautismo del Espíritu Santo, que hemos recibido y que nos unge con Jesús y capacita para continuar su misión.
La fiesta de hoy invita a agradecer el propio bautismo. Un detalle interesante: ¿quién conoce la fecha de su bautismo? ¿Quién la celebra como la fiesta más importante, por encima del “cumple” y de la onomástica? Agradecer el bautismo implica recordar que estamos ungidos y capacitados para vivir en la línea de Jesús, que es la del Siervo: humildad, misericordia, constancia y fidelidad en la tarea de vivir en actitud de servicio en las distintas facetas de la vida, todo ello apoyado en una inquebrantable confianza en Dios padre. El cristiano será creíble en la medida en que sirva sin triunfalismos.
Cuando entramos en el templo y tomamos agua bendita, nos santiguamos y recordamos nuestra consagración al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo. Es una forma breve de renovar nuestro compromiso bautismal de vivir cristianamente. Pero donde renovamos de una manera especial nuestra consagración es en la celebración de la Eucaristía. Ahora el Espíritu nos une de modo especial a Jesús y por él al Padre. Es momento privilegiado de agradecer la obra de Jesús y pedir fuerza para seguirle.
PRIMERA LECTURA:Is 42,1-4: Tú eres mi siervo en quien me complazco
SALMO RESPONSARIAL: Sal 28,1a.2, 3ac-4, 3b y 9b-10: Bendice, alma mía al Señor, ¡Dios mío, qué grande eres!
SEGUNDA LECTURA:Hechos de los Apóstoles 10,34-38: Cómo Dios le ungió con Espíritu Santo y poder
EVANGELIO:Mc 1,7-11: Tú eres mi Hijo amado, mi predilecto.