DOMINGO VI DE PASCUA
LA MORADA DE DIOS
Por años, y por tradición, en la vida de la Iglesia, muchos cristianos han cometido el error de creer pen un Dios iracundo que vive constantemente irritado y que solo está esperando que el hombre haga algo malo, para fulminarle con su cólera y furor. Tristemente así, muchos cristianos han vivido la “vida cristiana” en un constante miedo. ¿Todo esto por culpa de quién? Pues de muchos: unas veces por falta de formación y desconocimiento del evangelio otras, por culpa de algunos predicadores… Lo que importa no es saber de dónde viene la enfermedad, a no ser que sirva para curar, que es lo que hay que hacer.
Para sanar este error podemos acudir al Médico y Maestro de nuestras almas: Jesucristo. Y ver el retrato de Dios que él nos hizo: un Dios lleno de alegría, a quien le gusta la música y que anida en medio del aleluya de su pueblo; ese es nuestro Dios; un Dios alegre en los gozos de su pueblo y feliz por los logros de sus hijos, Un Dios que llora nuestras penas y consuela nuestras penas; un Dios muy comprensivo, con los brazos abiertos para abrazar en gesto de perdón los pecados nacidos en la debilidad humana. Pues ese retrato de nuestro Dios debe presidir diariamente el salón de nuestra casa, la mesa de despacho, el mostrador del negocio, el almacén del trabajo, la mesita de noche…
Otro error en nuestra relación con Dios, no sé si motivado o no por el anterior, es tratar a Dios a la manera del mundo: como un objeto útil cuando se tiene necesidad de él, y que se rechaza cuando resulta inservible; pasarse la vida inventando contratos con Dios: “yo hago, Tú me pagas…”, “Tú haces, yo te pago…”
“Si alguien me ama…”. El olvido de esta frase es la clave de esa falsa relación con Dios. Nadie conoce a Dios si no experimenta, seducido y asombrado, el enamoramiento.
Todo en el cristianismo es cuestión de amor. “Si alguien me ama…”. Esa es la originalidad de los cristianos. “Si alguien me ama, mi Padre lo amará, y vendremos a él, y haremos nuestra morada en él“. Dios ha elegido, para siempre, vivir en el corazón que ama. ¡Ahí es donde hay que buscar y encontrar a Dios!
Más de una vez, a la hora de programar un viaje de vacaciones, hemos pensado o hemos oído a otros decir: ¿”¿Para qué viajar al extranjero, si aún no conocemos nuestro país?”. Sirve ese ejemplo para la reflexión: de hoy: ante de ir a buscar a Dios lejos, al extranjero, en los libros, en lo que otros nos dicen… conócelo en tu país, es decir en tu corazón, dentro de ti. Y las personas se conocen hablando. Y para hablar con el que habita en nosotros, no necesitamos salir de casa. . Nosotros somos la Morada de Dios. Nosotros… si está en nosotros el amor, porque ésa es la señal de los cristianos, en eso se nota si Dios está aquí. Y en nada más.
Manuel Antonio Menchón
Vicario Episcopal