DOMINGO III DEL TIEMPO ORDINARIO
VEN Y SÍGUEME
El evangelio nos presenta un Jesús itinerante, siempre en movimiento. Y a su paso, Jesús pone también en movimiento a otras personas. Es Dios que pasa entre los hombres. Sino encontrarnos en nuestro terreno y en nuestros trabajos. Y frente a este paso de Dios no podemos quedarnos estáticos, como simples espectadores. Dios, en Jesús, no pasa nunca junto al hombre de una manera neutral. Porque después de este paso la vida de ese hombre ya no puede ser la misma de antes. La llamada de los discípulos sucede en un escenario profano: el lago de Galilea. Jesús invita con autoridad a dos parejas de hermanos a que le sigan con radicalidad. Jesús mira y llama; es él quien tiene la iniciativa. Pero no todas las llamadas son correspondidas.
Jesús sigue mirando a cada uno y diciendo “sígueme”: para los menos puede significar el abandono de la familia y de cuanto tienen para seguir a Jesús en la vida sacerdotal o religiosa, pero para la gran mayoría es llamada al seguimiento en la vida cristiana.
También ahora Jesús pasa a nuestro lado. La Galilea de hoy (allá donde Jesús quiere hacerse presente) es el lugar donde cada uno de nosotros nos encontramos. Unos, más acomodados, otros enredados en muchos agobios, seguimos escuchando al Señor que viene a nuestro encuentro. Nos ve enfrascados en nuestra tarea diaria, absortos en nuestro trabajo. Nos mira como miró a aquellos primeros discípulos y nos dice que le sigamos, que quiere hacernos pescadores de hombres, que quiere seamos anunciadores de la Luz, antorchas vivas que alumbran las sombras de muerte en que nublan el mundo.
Las barcas y las redes, nuestros pequeños ídolos nos retraen quizá, lo mismo que les ocurriría quizás a los primeros discípulos. Pero como ellos hemos ser valientes para realizar una misión en la Iglesia y en el mundo. Toda llamada del Señor es siempre para una misión.
Jesús llamó a sus discípulos para luego enviarlos a la misión. La Iglesia es, por su constitución natural, misionera; si dejara de ser misionera dejaría de ser Iglesia.
También a cada uno de nosotros Jesús nos pide cada día que pongamos a su servicio todo lo que somos y tenemos. ¿Qué quiere decir “pescadores de hombres”? Una bonita respuesta puede ser un comentario de san Juan Crisóstomo cuando dice que Andrés no sabía explicarle bien a su hermano Pedro quién era Jesús y, por esto, “lo llevó a la misma fuente de la luz”, que es Jesucristo. “Pescar hombres” quiere decir servir de lazo de unión, de puente para que Jesús se acerque, a través de nosotros, a los que nos rodean en la familia y en el trabajo para que abran sus oídos la esta invitación: “ven y sígueme”.
Manuel Antonio Menchón Domínguez
Vicario Episcopal