DOMINGO III DE CUARESMA
Mejor frutos que frondosidad
En el patio del mundo Dios ha plantado unas higueras para que den sabrosos frutos y las gentes puedan buscar en ella sombra para refugiarse del bochorno del duro camino y alimentarse de la dulzura y misericordia de Dios. Nosotros somos esas higueras que Dios plantó en tu Iglesia.
¡Qué hermosas higueras estas! Pueden decir algunos al vernos con toda solemnidad en nuestras celebraciones o en las próximas procesiones. Hasta que se acercan a nosotros y, tal vez, en algunas de estas higueras solo encuentran hojas. Las mismas con las que se encuentra el Dios sembrador y dueño de la finca.
¡Qué desilusión unas higueras sin higos, por más que se busquen entre las hojas de unas manifestaciones de fe muy solemnes! Muchos nos creían buenos árboles, porque las apariencias engañan.
Sólo el Dueño es el único que cada día buscas ahí dentro de nosotros los frutos de bondad. A Él no te interesan los engaños de nuestras apariencias. A Él no te sirven las envolturas del follaje de nuestra religiosidad. Cada día viene a nosotros esperando los frutos de ejemplaridad. Y, en más de uno de sus árboles lleva años en los que se siente defraudando Por eso, lo mejor sería arrancarlos y poner otros en su lugar.
Pero no es así. La paciencia del dueño es alentada por la oración de los que aún no han perdido la esperanza. Vamos a probar un año más. Una nueva Cuaresma para abonar, podar, regar, limpiar de matojos la finca. El tiempo perdido ya no se va a recuperar, pero si que se puede dar una nueva oportunidad. Un nuevo tiempo de gracia para convertirse de la apariencia a la verdad, de la hojarasca a la fecundidad. Un cuaresma nueva para dejarnos regar de esperanzas., porque la esperanza se resiste a morir y, sobre todo, porque el amor del Dueño se resiste a desesperar y su ilusión siempre cree en un mañana, porque el amor, no se cansa de esperar.
La higuera de la que tanto ha esperado. La higuera que tanto ha regado y abonado con su amor y su gracia.
La higuera que tampoco acaba de regalarle los frutos de gracia que Él espera de ella, somos cada uno de nosotros, que hemos iniciado esta cuaresma para ver si el dueño consigue lo que su paciente amor espera de nosotros., Porque un cristiano, higuera estéril, muestra al mundo a un Dios ineficaz. La fecundidad de la higuera da idea de la bondad de Dios.
Manuel Antonio Menchón
Vicario Episcopal