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DOMINGO II DE ADVIENTO

El Bautista tiene razón al gritar

Lecturas: Is 11,1-10. Juzgará a los pobres con justicia. Sal 71. Que en sus días florezca la justicia y la paz abunde eternamente. Rom 15,4-9. Cristo salva a todos los hombres. Mt 3,1-12. Convertíos, porque está cerca el reino de los cielos.

Este domingo nos regala la Iglesia la maravillosa silueta de Juan el Bautista. La liturgia al igual que una caja de resonancia amplifica aquella voz que desgarró el desierto de Judea y hoy quiere hacerse presente como lluvia copiosa en los resquebrajados páramos de tu corazón. Su atronadora voz entronca con el profeta Isaías, convirtiéndose en mensaje de esperanza para quienes siguen soñando el sueño de Dios. La Salvación de Dios sigue siendo la verdadera justicia que destrona cualquier atisbo de opresión y amenaza de finitud. La austeridad del mayor de los profetas y su mensaje severo nos alertan sobre el momento presente. Quiere el “devora grillos” liberarnos de los grilletes de la mentira. Nos prepara con su extraño e inusual banquete a saber degustar el nacimiento de los nacimientos. Su profética indumentaria nos habla de su total entrega a la misión: anunciar, preparar la venida del Señor.

También es nuestra misión desde que recibimos el bautismo. Nos recuerda el compromiso que conlleva la vida cristiana en la construcción de un amanecer nuevo donde la justicia y la paz abunden sin limites (primera lectura y salmo). Otra figura que alimenta la esperanza es San Pablo. El fragmento a los Romanos, nos muestra que esta virtud se sostiene en dos pilares: la fraternidad y la escucha de la Palabra de Dios. Sus palabras son miel literaria y divina al estilo de la dieta del Bautista que endulza los tributos amargos de la vida. Nos invita a celebrar unidos y con idéntica voz rasgar los cielos y la tierra en una misma alabanza a Dios, la Eucaristía.

Este tiempo de Adviento sigue siendo una oportunidad de misericordia. El fin llegará pero ahora es tiempo de Fe. La Eucaristía es un espacio privilegiado para reconocer ante Dios nuestra vida que en muchas ocasiones se desvía de su cauce divino natural. Sólo Dios puede desenmascarar nuestro autoengaño y arrancarnos de nuestras mentiras. Así descubrimos la necesidad de salvación. Revelamos la necesidad de Dios. Si dejamos de buscar a Dios, enfermedad espiritual de nuestra época, preludio de tantas otras dolencias y deformaciones, dejaremos de saber quienes somos y qué hacemos en este mundo. Entonces será imposible la fraternidad y el gusto por la VIDA (temporal y eterna).

Ramón Carlos Rodríguez García

Rector del Seminario

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