
Lecturas: Deuteronomio 26,4-10: El Señor nos sacó de Egipto. Salmo 90: Quédate conmigo, Señor, en la tribulación. Romanos 10,8-13: Todo el que invoque el nombre del Señor se salvará. Lucas 4,1-13: El Espíritu lo fue llevando por el desierto, mientras era tentado.
Este domingo nos exige una certera mirada litúrgica y un avispado oído asambleario. Todos nuestros sentidos han de estar sumergidos bajo el ritmo celebrativo. La Liturgia nos va a marcar el sabio itinerario que es camino de maduración hacia la Pascua. La oración sobre las ofrendas nos orienta hacia la verdadera meta que es la plenitud del misterio de Cristo (La Resurrección). La oración después de la comunión destaca cuál es el verdadero alimento. Escuchar cómo la Iglesia desgrana en este tiempo de Cuaresma la Palabra de Dios nos permite conocer los poliédricos rostros de la tentación y nos ayuda a aprender a reflejarnos en aquél que no les permitió cabida en su corazón.
Al igual que Cristo, nos adentramos en el desierto, pero al igual que Él, no lo hacemos en soledad. El Espíritu Santo, brisa suave, nos susurra el sendero que deviene en el hambre del Pan Vivo y Verdadero. También nosotros asediados por las constantes tentaciones, encontramos en la Eucaristía, verdadero oasis, la fuerza necesaria para vencer las tentaciones de este desierto que en ocasiones es la vida. Es tiempo de preparación para recibir las “visitas” del enemigo.
Actualizar en nuestra vida la senda de Jesús en el desierto, nos ayudará a abrir amablemente la puerta al siempre “oportuno visitante” (la tentación siempre es oportuna y hasta en ocasiones necesaria) y debilitar su deambular por las grietas de nuestro corazón. Estemos atentos a todos los elementos que rodean este pasaje de Lucas: bautismo, desierto, tentaciones. El bautismo señala el momento decisivo de la libertad con la que Jesús inicia un determinado modo de vivir. Es por ello un lapso especialmente crítico. El evangelista conecta bíblica y acertadamente con la mentalidad del desierto. Lejos de ser un mero espacio geográfico y enriqueciendo su significado con el sugerente marco cronológico, se convierte en el espacio donde Jesús madura su vocación personal. Aprovechemos esta semana para contemplar a Jesús débil, carente de ventajas. Quererlo y decidirnos por Él. No dudemos en contemplar nuestras propias tentaciones…aceptarlas y ofrecerlas confiadamente a Jesús. Pedirle ayuda y confianza. Agradecer haber llegado hasta aquí.
Ramón Carlos Rodríguez García
Rector del Seminario