Comentario Bíblico Ciclo C

DOMINGO XXVI DEL TIEMPO ORDINARIO

Ni aunque resucite un muerto… cambiaremos

«¿Dónde está tu hermano?» Esta es la pregunta que según el libro del génesis hace Dios a Caín cuando ya había dado muerte a su hermano. Con esa pregunta Dios está manifestando la corresponsabilidad que todo ser humano tiene respecto de los demás por el hecho de compartir la condición humana. Esa corresponsabilidad es mayor para los que nos llamamos seguidores de Cristo.

El evangelio de san Lucas nos presenta la situación de dos hombres: el rico Epulón y el pobre Lázaro. La parábola utilizada por Jesucristo nos habla de un hombre enfermo, pobre y hambriento. También nos presenta a otro hombre rico, que vestía bien y tenía buena vida. La parábola no debe leerse como una condena por parte de Jesús de las riquezas materiales, ni de las cosas buenas que dichas riquezas ofrecen a las personas. El problema se presenta cuando esas riquezas impiden a Epulón ver la necesidad de Lázaro. Epulón no hacía nada malo en sí mismo, pero su vida y sus bienes fueron un lastre muy pesado cuando se convirtieron en una barrera que le impidió ver que Lázaro necesitaba de su ayuda y de la de sus bienes. Se podría afirmar que lo que en sí mismo es una bendición de Dios, el rico Epulón la convirtió en su propia maldición.

La parábola propuesta por Jesús para presentar los riesgos del endiosamiento de lo material, aporta también una importante plasmación práctica: la respuesta a cuándo debemos comenzar a preocuparnos por si también nosotros estamos cayendo en la tentación del rico Epulón. Evidentemente, esta respuesta no es una cuestión de cantidad, sino un principio general: cuando los bienes materiales, sea la cantidad que sea, nos encierran tanto en nuestra propia preocupación que hace que los demás se vuelvan irrelevantes para nuestra vida, estamos cayendo en la tentación del rico Epulón.

La parábola termina con una frase contundente: «si no escuchan a Moisés y a los profetas, no harán caso ni aunque resucite un muerto». Frente a la tentación de la justificación respecto a la cantidad de bienes que son necesarios para considerarse suficientemente rico como para que esta parábola de Cristo me concierna directamente o el momento oportuno para comenzar a contemplar los bienes materiales como instrumento de ayuda a los demás, la palabra de Jesús es contundente: ya lo eres, ya es el momento. Porque ser rico no es cuestión de dinero, sino de una actitud del corazón; el apego a lo material. Y el momento es ahora porque no somos seres aislados, sino que desde que venimos a la existencia somos corresponsables de los demás.

Victoriano Montoya Villegas

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