Jornada de oración por la santificación de los sacerdotes
Carta a los presbíteros en la Solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús

Mons. González Montes ha dirigido una carta a los sacerdotes de la diócesis en esta solemnidad del Corazón de Jesús, en la cual celebramos la Jornada de oración por la santificación de los sacerdotes. Es su misiva, anima a las comunidades parroquiales a la oración por sus pastores y anima a éstos a poner la Eucaristía en el centro de sus vidas y a la oración personal como sustento de la vocación sacerdotal. Ofrecemos íntegramente el contenido de la carta para su atenta lectura:
Queridos hermanos sacerdotes:
1. Se acerca la solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús, en la cual celebramos la Jornada de oración por la santificación de los sacerdotes, tras haber celebrado la fiesta de Jesucristo sumo y eterno Sacerdote el jueves de la semana que sigue al domingo de Pentecostés, y después de la solemnidad del santísimo Cuerpo y Sangre del Señor, antes universalmente celebrada en jueves de la semana que comienza con el domingo de la Santísima Trinidad. Son tres solemnidades en las que la Iglesia contempla cómo se proyecta la luz del misterio pascual de Cristo sobre la vida espiritual de los fieles en estas celebraciones, que siguen al gran memorial litúrgico de nuestra redención vivido en el Triduo pascual.
El Padre se nos ha revelado mediante el acontecer de salvación del misterio de Cristo, al cual conocemos por la acción en nosotros del Espíritu Paráclito, pues «nadie puede decir: “Jesús es el Señor”, sino por el Espíritu Santo» (1 Cor 12,3). Es el Espíritu el que sostiene nuestra confesión de fe en Jesucristo, y así es el mismo Espíritu el que nos guía al conocimiento del misterio del amor misericordioso del Padre revelado en la muerte y gloriosa resurrección del Señor.
2. Desde hace unos años esta Jornada de oración por la santificación de los sacerdotes viene ayudándonos a centrar más nuestra vida en el conocimiento de Cristo Jesús, en cuyo corazón abierto por la lanza del soldado se nos ha desvelado la infinitud de las dimensiones del misterio de redención obrado en Cristo, medidas insondables para los hombres: «la anchura y la longitud, la altura y la profundidad que tiene el misterio de Cristo» (Ef 3,18), para de este modo, agraciados con la luz del Espíritu Santo podamos «conocer el amor de Cristo, que excede todo conocimiento, y así llenarnos de toda la plenitud de Dios» (Ef 3,18-19).
Necesitamos contemplar el amor de Dios en la entrega de Jesús por nosotros a la pasión y a la cruz, y sentir cómo surge en nuestro corazón el deseo de anunciar y dar a conocer el amor del Padre por el mundo, creado y redimido en Cristo. Lo necesitamos personalmente cada uno de nosotros, pero necesitamos también vivirlo en la fraterna compañía del presbiterio diocesano. La fiesta del Corazón de Jesús, que nos es tan querida, cuenta con la necesaria presencia de los sacerdotes en sus comunidades parroquiales, pero este encuentro siempre puede tener lugar en torno a la fiesta. Por este motivo habíamos incluido en el programa del Curso pastoral la fecha del lunes 2 de junio, que sigue al día de la solemnidad, que es este año el viernes 19 del mismo mes. Desgraciadamente el rigor infeccioso de la pandemia nos impide tener este encuentro del retiro espiritual programado.
Recuerdo la importancia de proponer a los fieles en las comunidades parroquiales y conventuales la oración por los sacerdotes durante la exposición solemne del Santísimo Sacramento, que puede preceder o seguir a la misa de la solemnidad.
3. Como ya lo hicimos estos últimos años pasados, la solemnidad del Corazón de Jesús además de estar señalada en el mencionado programa del Curso pastoral como «Jornada de oración por la santificación de los sacerdotes», va en el programa acompañada de la indicación de que se tenga en cuenta la importancia de proponer a los fieles en las comunidades parroquiales y conventuales la oración por los sacerdotes durante la exposición solemne del Santísimo Sacramento, que puede preceder o seguir a la misa de la solemnidad. Esta exposición eucarística no debe faltar en las parroquias y comunidades de vida consagrada.
Es además muy deseable que los grupos apostólicos se unan a esta adoración eucarística para pedir por la santidad de los sacerdotes. Nos son necesarios para que Cristo Jesús prolongue en su ministerio la compasión misericordiosa de Dios por los hombres. Los sacerdotes santos son los que se dejan configurar por el Espíritu Santo según el corazón de Cristo pastor, sin dejar de ser conocedores de sus propias deficiencias y pecados. Son los sacerdotes que sienten cómo les golpea el corazón y se les conmueven las entrañas, al contemplar con qué fuerza la misericordia de Cristo con los pecadores reclama de ellos la caridad pastoral que los hombres y mujeres de hoy necesitan, para experimentar que Dios regenera sus vidas por la acción sacerdotal de los ministros del perdón. Son los sacerdotes que vivencian los sentimientos de Jesús ante las multitudes desorientadas y abandonadas a su propia suerte, en una sociedad que oculta tras la máscara de la emancipación tantas miserias como acosan el corazón de las personas.
Ha bastado un virus insidiosamente agresivo como el coronavirus para poner en jaque a las sociedades más evolucionadas y seguras, porque el ser humano siempre es débil, aun cuando las facultades en las que fue creado revelan la grandeza de su Creador y las increíbles posibilidades otorgadas al hombre, al que creó a su propia imagen y semejanza y puso, poco inferior a los ángeles, a la cabeza de sus criaturas (cf. Sal 8,6-7). Seguro de sí mismo el ser humano olvida su condición de pecador y el abandono en que coloca el pecado al hombre abandonado a sí mismo. Los sacerdotes santos han de reproducir en sí mismos los sentimientos de Cristo Redentor: «Y al ver a la muchedumbre, sintió compasión de ella, porque estaban vejados y abatidos como ovejas que no tienen pastor. Entonces dice a sus discípulos: “La mies es mucha y los obreros pocos. Rogad, pues, al Dueño de la mies que envíe obreros a su mies”» (Mt 9,36-38). No puede ser de otro modo: «A los sacerdotes, ministros e Cristo se les pide el mismo corazón compasivo» (CONGREGACIÓN DEL CLERO [CC], Comentario a la palabra Compasión).
Quiera el Señor que todos pongamos el mayor empeño en lograr una comunión presbiteral cuyo centro sea la Eucaristía
4. Este año la Congregación para el Clero nos ha hecho llegar a los obispos, para inspirar la reflexión sobre la necesidad de orar por la santificación de los sacerdotes unos breves comentarios a cinco palabras sobre las que el Papa Francisco reflexionó en su Carta a los sacerdotes del pasado 4 de agosto de 2019, con motivo del 160º aniversario de la muerte del Santo Cura de Ars. Adjunto con esta carta las reflexiones de la Congregación presentadas como breves comentarios a las palabras claves de la Carta del Papa, a los cuales hago referencia en estas reflexiones.
Quiera el Señor que todos pongamos el mayor empeño en lograr una comunión presbiteral cuyo centro sea la Eucaristía, «que vincula al sacrificio de amor del Señor por su pueblo» (CC: Comentario a la palabra Gratitud). Una comunión que excluya que ninguno de los miembros del presbiterio se instale, como se dice en los comentarios el absentismo y la ausencia mantenida de forma continuada al margen del presbiterio, a causa del activismo en el que alguno puede caer sin percibir que padece un verdadero “déficit de intimidad”, que «no es otra cosa sino la aridez de la vida espiritual y, en consecuencia, el decaimiento de esa amistad profunda, interior y vital con el Señor que constituye la base de para fecundidad personal y pastoral» (CC, Comentario a la palabra Ánimo).
La oración personal es insustituible y lo es del mismo modo la oración en comunión presbiteral, en el recinto donde se expresa y recobra el carácter compartido del ministerio
La oración personal es insustituible y lo es del mismo modo la oración en comunión presbiteral, en el recinto donde se expresa y recobra el carácter compartido del ministerio, esto es, su condición colegial de discípulos colgados de la palabra del Señor, de la persona del Señor, palabra encarnada del Padre). La oración sostiene la vigilancia sobre uno mismo y sustenta la fidelidad a la vocación ministerial, soslayando con éxito el riesgo del que el papa Francisco llama “cansancio de la esperanza”: «esa amargura interior que a menudo nace de la distancia entre las expectativas personales y los frutos visibles del apostolado, o la aridez del corazón que con frecuencia conduce a arrastrar las tareas pastorales y la propia oración hacia la costumbre, la resignación e incluso hacia el abandono» (CC, Comentario a la palabra Vigilancia).
No dejemos pasar al Señor que golpea a nuestra puerta y llama esperando entrar: «Si alguno me abre, entraré y cenaré con él y él conmigo» (Ap 3,20). Nos llamó y consagró para la salvación de nuestros hermanos, y un día nos llamó también amigos para hacer de nosotros sacerdotes según su propio Corazón, para que ninguno de los que nos dio se pierda.
Deseo a todos una Jornada de oración intensa y llena de fruto en la solemnidad del Corazón de Cristo. Con todo afecto y mi bendición.
Almería, a14 de junio de 2020
Solemnidad del Santísimo Cuerpo y Sangre del Señor
+ Adolfo González Montes, Obispo de Almería