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HOMILÍA EN LA BENDICIÓN DE LA CAPILLA DE «NUESTRA SEÑORA DE LA MEDALLA MILAGROSA» Y DEDICACIÓN DE SU ALTAR

Lecturas bíblicas: Ne 8,2-6.8-10;Sal 18,8-15;1 Cor 10,16-2;1 Jn 2,13-22

Queridos hermanos sacerdotes;

Ilustrísimo Sr. Alcalde y Autoridades presentes;

Queridos hermanos y hermanas:

Después de algunos años de abandono del Colegio de la Milagrosa, que regentaron las Hijas de la Caridad y, al dar por cumplida su misión, entregaron al patrimonio diocesano, hoy podemos bendecir esta capilla de la Virgen de la Medalla Milagrosa y consagrar su altar, para bendecir después las amplias instalaciones que este noble edificio muy apreciado por los albojenses como parte de su casco urbano histórico y de su historia reciente. Esta casa, que albergó un colegio-residencia dedicado a la labor social y educativa que aquí desarrollaron las Hijas de la Caridad, la vemos hoy completamente rehabilitada. En ella se ubica desde hoy la Casa Consistorial de la villa y poblaciones del municipio de Albox, después de haber sido segregadas importantes instalaciones que se ponen al servicio de la parroquia de Santa María. En ellas será instalada la sección parroquial de Caritas y se contará con un conjunto de piezas al servicio de la catequesis y las acciones apostólicas y pastorales de la comunidad parroquial.

Entre estas piezas, se encuentra esta bella iglesia interior o capilla donde podrá celebrarse en adelante la santa Misa conforme al prudente criterio del Cura párroco, y se reservará asimismo el Santísimo Sacramento, que podrá ser visitado y adorado por los fieles. Hemos querido bendecir esta capilla y consagrar su altar, para devolverla de este modo a su uso litúrgico, acotando su condición de espacio sagrado reservado al culto parroquial y a la oración comunitaria e personal de los fieles.

La ley de la Iglesia establece que todas las iglesias deben dedicarse o al menos bendecirse cuanto antes (CIC, can. 1217), y que cada iglesia debe tener su propio título (CIC, can. 1218). Nosotros bendecimos hoy este recinto que, si fue bendecido en su origen, después de largos años abandonado, una vez rehabilitado ha de ser bendecido de nuevo como lo hacemos ahora solemnemente y lo dedicamos al culto con el título de «Capilla de Nuestra Señora de la Medalla Milagrosa». Con él damos gloria a Dios honrando a la Santísima Virgen y, al mismo tiempo, con cuya presencia se mantendrá una evocación permanente de la comunidad de vida consagrada de las Hijas de la Caridad, que hicieron de esta casa un lugar dedicado a la atención social y educativa de niñas y jóvenes durante décadas.

Por este motivo, nada más pertinente que devolver la sagrada imagen de la Virgen Milagrosa a la hornacina central de la capilla, desde la cual la imagen de la Virgen María atrae la atención de los fieles hacia la Madre del Señor. La sagrada imagen de la Milagrosa nos está recordando que María está siempre en medio de los fieles reunidos para escuchar la palabra de Dios y celebrar los sacramentos de nuestra fe; y para elevar la plegaria de la Iglesia al Padre de las misericordias por medio de Jesucristo su Hijo, nuestro Señor. María está presente en la asamblea de los fieles hoy como lo estuvo en los primeros momentos de la Iglesia naciente, acompañando a los apóstoles y discípulos, y a las santas mujeres, que recibieron en Pentecostés el Espíritu Santo, misterio que evocamos en el santo Rosario.

Si toda iglesia es imagen y sacramento de la realidad espiritual de la Iglesia santa compuesta por los bautizados, cuerpo místico de Cristo del cual el mismo Señor es su Cabeza; entonces cada iglesia, aunque sea una pequeña edificación, es un lugar destinado a la proclamación de la palabra de la salvación, como así lo entendieron los israelitas nuestros padres, cuando retornaron a la patria perdida con el destierro, y después de haber padecido la cautividad en Babilonia por haber abandonado la ley de Dios, pusieron manos a la obra, para restaurar el templo. Si la época del primer templo, que edificó Salomón había pasado con su destrucción cuando el destierro, con el retorno a la patria comenzaba la época del segundo templo.

Reunidos por el gobernador Nehemías y el sacerdote y escriba Esdras, emprendieron la restauración escuchando durante toda la jornada la Sagrada Escritura: el rollo de la Ley que ellos no habían observado y merecieron por ello como castigo el destierro. Este recinto es para escuchar la palabra de Dios y celebrar la Eucaristía, que emana de la santa Misa, porque en ella se hace presente en el altar el sacrificio del Calvario, donde por la pasión y muerte de Cristo fuimos redimidos del pecado y de la muerte eterna. El sacrificio eucarístico contiene el sacrificio redentor de Cristo Jesús, el Hijo de Dios entregado por nosotros a la muerte en cruz para nuestra salvación.

Queridos hermanos y hermanas, si hemos sido devueltos a la obediencia de la fe por la sangre de Cristo, hemos de guiarnos por la palabra de Dios, recordando siempre que es lámpara para los pasos del creyente. Es preciso que digamos con el salmista que los preceptos del Señor son admirables, pues por la senda de los mandamientos caminamos hacia Dios, y los guarda el alma piadosa de los fieles. Bien podemos recitar ante el Señor con el salmista: porque «la justicia de tus preceptos es eterna, dame inteligencia, y tendré vida»(Sal 118, 144).

La reserva eucarística que hoy dejamos en el sagrario es el fruto de la celebración de la santa Misa, por eso podemos contemplar y participar del sacrificio eucarístico como sacramento admirable de la entrega del Señor por nosotros, exclamando con san Pablo: «El cáliz de bendición que bendecimos, ¿no es comunión en la sangre de Cristo? Y el pan que partimos, ¿no es comunión en el cuerpo de Cristo?  / Porque el pan es uno, nosotros siendo muchos, formamos un solo cuerpo, pues todos comemos del mismo pan» (1 Cor 10,16-17).

El cuerpo y la sangre del Señor son alimento de resurrección y de vida eterna, porque Cristo fue inmolado en la cruz, para atraer hacia sí a cuantos miren a quien fue traspasado por nuestros pecados. Por eso profetizó su muerte, mediante la cual salvó a la humanidad de la muerte eterna con estas conmovedoras palabras: «Y cuando yo sea elevado sobre la tierra, atraeré a todos hacia mí» (Jn 12,32). Jesús atrae a él a cuantos le contemplan como luz poderosa que ilumina la vida humana descubriéndole el sentido único que le da el amor. Toda la ley de Dios se resume en los dos mandamientos que recapitulan la ley y los profetas: amor a Dios y amor al prójimo.

Jesús vino para orientar nuestra existencia a Dios, que es amor misericordioso; y para con su luz divina hacer de nosotros hijos de la luz, recordándonos con sus palabras cómo hemos de proceder en la vida hemos de caminar a la luz de Dios revelada en Jesucristo. La luz de la fe nos hace comprender que somos hijos de Dios, creador y redentor del hombre. Al margen de Dios no hay vida para el hombre. Por eso Jesús nos invita a seguir el camino de la salvación a su luz: «El que camina en las tinieblas, no sabe a dónde va; mientras hay luz, creed en la luz, para que seáis hijos de la luz» (Jn 12,36a). Sólo así podremos ser testigos de Cristo en el mundo de hoy.

Ojalá que cuantos vengan a esta pequeña iglesia donde se encontrará reservada la Eucaristía, encuentren el cobijo luminoso que oriente su vida. Que nos lo conceda la intercesión de la Madre del Redentor, la Virgen Milagrosa. Amén.

Iglesia-Capilla de Nuestra Señora de la Medalla Milagrosa

En la villa de Albox, a 2 de marzo de 2019

+ Adolfo González Montes

Obispo de Almería

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