Cartas a los Diocesanos - Obispo Emétiro

EL SEMINARIO ESPERA LAS VOCACIONES AL SACERDOCIO QUE LA IGLESIA NECESITA HOY Y SIEMPRE

Queridos diocesanos:

Las dificultades con que hoy tropiezan las vocaciones no se le ocultan a nadie, si se tiene interés por la vida de la Iglesia. Los cristianos no practicantes o poco practicantes no ignoran lo que la Iglesia es y hace, y la fe que conservan les lleva a seguir con interés el curso de su vida por razones diversas. Se trata de bautizados alejados de la Iglesia que, aun siendo poco practicantes la ayudan con su aportación económica y no dejan de sentir la falta de sacerdotes, porque valoran la misión del sacerdote y los efectos benéficos que se siguen de su presencia y actuación sobre todo en las comunidades parroquiales y el influjo moral que ejercen sobre la infancia y la juventud como educadores de la conciencia moral. Hay personas que no siendo cristianas están convencidas de que la Iglesia favorece la paz social y el bien común como portadora de valores espirituales y un compromiso de asistencia y promoción de los más necesitados.

Por otra parte, en la sociedad de hoy abundan las personas y grupos sociales, defensores de ideologías muy beligerantes contra la Iglesia y el mensaje evangélico que es el contenido de la predicación de la Iglesia. Los sacerdotes están por esto en el ojo del huracán del debate ideológico que se da en la sociedad actual, que resta atracción al ejercicio del ministerio sacerdotal. Los muchachos adolescentes y jóvenes de primera juventud encuentran que ejercer la «profesión» del ministerio pastoral en estas condiciones no es un ideal atractivo y un modo de vivir que compense a quien se arriesga con él a un estilo de vida modesto económicamente, además de socialmente puesto bajo una crítica de la religión que no cesa. Los sacerdotes tienen hoy que afrontar estas dificultades objetivas, que en los últimos tiempos arrecian por causas conocidas y publicitadas con profusión.

Sin embargo, el pueblo cristiano sigue confiando en los sacerdotes y demanda no sólo servicios religiosos más deseados como la administración de los sacramentos y particularmente la celebración de la santa misa y la atención a la educación cristiana de los niños y el cuidado sacramental de los enfermos. El pueblo cristiano quiere la presencia social del sacerdote en las comunidades parroquiales y su dedicación a la cura pastoral y lamenta la falta de vocaciones. Por eso la Jornada anual dedicada al Seminario tiene una resonancia grande en las parroquias y en las comunidades cristianas en general, donde se mantiene la celebración del culto cristiano.

Los seminaristas con los responsables de su formación ponen en juego en las fechas que preceden a la fiesta de San José una campaña en favor del Seminario a la búsqueda de vocaciones. La campaña se propone estimular la fascinación que los adolescentes y los jóvenes sienten por las causas nobles, abriéndoles al encuentro personal con Jesús, siempre presente en la Iglesia.  Jesús fundó esta Iglesia que es su Cuerpo místico y el signo sacramental que ha querido ofrecer al mundo como lugar donde Dios activa la salvación de la humanidad por medio de Jesucristo y el Espíritu Santo. La fundó «sobre los Apóstoles y construyó sobre san Pedro, el primero de ellos, siendo Jesucristo la piedra angular» (Vaticano II: Constitución sobre la Iglesia «Lumen gentium», n. 19). Jesús ha querido confiar la Iglesia en la sucesión de los siglos a los sucesores de los Apóstoles y sus colaboradores más estrechos, los presbíteros: los sacerdotes de cada parroquia y comunidad, presencia viva de Jesús para la salvación del pueblo santo de Dios y el anuncio del Evangelio, a quienes la Iglesia confía el ministerio pastoral. Se trata de una misión divina que tiene que durar hasta el fin del mundo, porque la Iglesia tiene que transmitir el Evangelio, que ha de ser el principio de su vida entera (cf. LG, n. 20).

Toda la Iglesia tiene por esto mismo que ser misionera siempre y en todo tiempo la evangelización es misión y tarea de toda la Iglesia, pero corresponde a los sucesores de los Apóstoles y sus colaboradores estar al frente de esta misión, que a ellos se confía de forma propia. Por esto, hay que preguntarse cómo podrá la Iglesia llevar adelante su propia misión, si no cuenta con sacerdotes que hagan de su vida misión evangelizadora y pastoral. La Iglesia necesita vocaciones sacerdotales hoy como ayer y siempre, y si es verdad que todas las vocaciones son necesarias en la Iglesia, es verdad también que la Iglesia sin el ministerio sacerdotal no será la Iglesia de Jesús.

Hago por esto una llamada particular a los adolescentes y jóvenes que sienten que el Señor los llama, que es la voz de Jesús la que resuena en su corazón y que han de escuchar y seguir. La pastoral vocacional es tarea de todos: de las familias y de las parroquias, y exige de los sacerdotes de cada comunidad un compromiso no transferible en favor de las vocaciones sacerdotales. Por lo demás, la vocación sacerdotal se halla a veces en semilla en el corazón de los niños y cultivar y cuidar esta semilla favoreciendo su crecimiento y desarrollo primero forma parte de una pastoral vocacional bien planteada y realizada con fe esperanza en la eficacia de la palabra de Jesús, que pidió: «Rogad, pues, al Dueño de la mies, para que envíe obreros a su mies» (Mt 9,38).

+ Adolfo González Montes

Obispo de Almería

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