Cartas a los Diocesanos - Obispo Emétiro

CARTA A LOS DIOCESANOS POR LA CELEBRACIÓN DE LA PATRONA: “LLEVADA AL CIELO, MARÍA SIGUE CUIDANDO A SUS HIJOS”

Queridos diocesanos

La fiesta mayor de la Patrona congrega un año más a los fieles en torno a su maternal regazo, para estar con nosotros y llevarnos a Cristo. María escucha siempre nuestros ruegos y nos alienta en las dificultades, animándonos a vivir como hijos suyos, que es lo mismo que decir como hijos de Dios. Conviene, por esto mismo, que tengamos en cuenta que la imagen de la Virgen nos acompaña a lo largo de todo el año, al ritmo del tiempo que su imagen santa nos trae, de unos meses a otros, el recuerdo de María como testimonio consumado de su fe.

Sostenidos por la fe de María, nuestra fe crece para vivir como testigos del Evangelio, en un tiempo de inclemencia espiritual, pero también de reto apasionado por el desafío que supone una sociedad que, aunque ha perdido en gran medida la concepción cristiana de la vida, sigue mirando a María como modelo de fe. La ve muy cerca de Dios y confía en su intercesión, por ser madre de Cristo, el Hijo de Dios y nuestro Salvador.

Al acudir a la Virgen y buscar su amparo no debemos ignorar que las fiestas de María nos ayudan precisamente porque en ellas celebramos alguno de los llamados «misterios de la vida de la Virgen»; es decir, aquellos acontecimientos vividos por María como designio de Dios para ella en favor nuestro. Misterios de salvación que nos ayudan a comprender mejor y vivir cómo Dios ha salido a nuestro encuentro en Jesús; y ha querido que este encuentro amoroso de Dios, con el que nos ha agraciado en Cristo Jesús, se haya producido con la colaboración singular de la Virgen María. Por esto hemos de conocer bien el significado de las fiestas de María, porque casi todas las fiestas patronales que celebramos en nuestro país en honor de la Virgen tienen que ver con las principales fiestas marianas.

La fiesta de la Virgen del Mar sigue a la fiesta de la “Virgen de agosto”, una de las más importantes fiestas de la Virgen: la solemnidad de la Asunción de María en cuerpo y alma a los cielos. Está a un tiro de piedra de la próxima fiesta mariana del 8 de septiembre, día en que se celebra la Natividad de la Virgen. Otras fiestas marianas del calendario universal van jalonando el ritmo del año litúrgico. En efecto, el año litúrgico se abre con el Adviento, que nos prepara a la Navidad con la fiesta de la Inmaculada Concepción de María, una fiesta que nos coloca ante el misterio de la Virgen Madre: María permaneciendo virgen concebirá y dará a luz al Hijo de Dios hecho carne en su seno. La contemplaremos después de la Natividad del Señor como verdadera Madre de Dios, en la solemnidad del primer día del nuevo año; y desde el primer día de enero María nos lleva de la mano todo el año, con la celebración de sus misterios, hasta llegar de nuevo a diciembre, para comenzar un nuevo año litúrgico.

Se puede decir que la imagen de Santa María nos acompaña siempre, porque ella, glorificada junto a Cristo en el cielo, no deja de estar con nosotros espiritualmente en la tierra. María no sólo escucha amorosamente nuestros ruegos y súplicas, pone en juego su ascendencia ante su Hijo con maternal intercesión ante él, para que no vivamos alejados de Jesús, el único que puede llevarnos a Dios. Hemos sido creados por Dios Padre por amor, y por amor nos ha redimido y nos salva en Jesús, mediador único entre Dios y los hombres.

María sigue ayudándonos a que así sea. Por eso, el bienaventurado Papa Pablo VI la proclamó el 21 de noviembre de 1964, durante la celebración del Vaticano II, verdadera Madre de la Iglesia. Ahora el Papa Francisco ha establecido la memoria litúrgica de «María, Madre de la Iglesia», para que sea celebrada cada año el lunes después de Pentecostés. El fundamento de esta nueva memoria de la Virgen está dado ya en la tradición de fe, y el decreto con el que se establece esta fiesta lo recuerda con argumentos de dos grandes padres de la Iglesia. Apoyándose en san Agustín dice el decreto que «María es madre de los miembros de Cristo, porque ha cooperado con su caridad a la regeneración de los fieles en la Iglesia»; y con san León Magno añade que, «al decir que el nacimiento de la Cabeza es también nacimiento del Cuerpo, indica que María es, al mismo tiempo, madre de Cristo, Hijo de Dios, y madre de los miembros de su cuerpo místico, es decir, de la Iglesia».[1]

En nuestra tradición mariana, las dos fiestas, la de la Asunción y la Natividad de María, concentran las festividades de muchas de las patronas en nuestro país, con las cuales el pueblo cristiano honra a la Madre de Dios, que la venera con especial amor. El pueblo cristiano honra a María, uniéndose al cántico de alabanza y acción de gracias con el que María bendijo al Señor. En ella Dios hizo cosas grandes, elegida para ser la madre de Jesús, quiso el Hijo de Dios entregar a María desde la cruz a la Iglesia, representada en el discípulo amado, para que María fuera madre espiritual de todos cuantos siguen el camino a su Hijo como discípulos suyos.

Con mi afecto y bendición.

Almería, 25 de agosto de 2018

Solemnidad de la Virgen del Mar

+ Adolfo González Montes

Obispo de Almería

 

[1] Cf. C. Culto divino y Disciplina de los sacramentos, Decreto (11 febrero 2018).

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