Cartas a los Diocesanos - Obispo Emétiro

BENDICIÓN DE LA IMAGEN DE NUESTRA SEÑORA DE LA ENCARNACIÓN DEL TÍTULO DE NUESTRA SANTA APOSTÓLICA IGLESIA CATEDRAL DE ALMERÍA

Queridos diocesanos:

El próximo sábado 25 de noviembre, en la solemne misa de la tarde en honor de la Virgen, bendeciré la imagen de «Nuestra Señora de la Encarnación». Se trata de la nueva imagen de la Virgen que colocaremos en el presbiterio de la Catedral, para que todos los fieles puedan tener ante sí una imagen de la Santísima Virgen, mirando a la cual vean en ella la Madre del Señor glorificada en el cielo junto a Cristo Jesús resucitado, que vive y reina “coronado de gloria y honor por haber padecido la muerte, pues por la gracia de Dios gustó la muerte para bien de todos” (Hb 2,9). En la víspera de la solemnidad de Cristo Rey, alabamos a la por designio del Padre estuvo estrechamente unida a Él, recorriendo el camino de la redención. Ascendido Jesús a la derecha de Dios Padre, quiso el Redentor glorificar a su Madre, llevándola junto a sí en cuerpo y alma.

Desde allí la Virgen María sigue presente espiritualmente en la Iglesia, de la cual es figura y madre. Madre de Cristo y madre de la Iglesia, María es el ejemplo acabado del discípulo, configurada con su Hijo desde la Anunciación al Calvario y de éste a su elevación por encima de los ángeles y su triunfo con Cristo para siempre[1]. El Vaticano II, que quiso hablar de la Virgen María en el marco de la Constitución sobre la Iglesia, dice de ella: «María, exaltada por la gracia de Dios, después de su Hijo, por encima de todos los ángeles y hombres, como santa Madre de Dios, que participó en los misterios de Cristo, es honrada con razón por la Iglesia con un culto especial»[2].

Desde hace algunos años, hemos podido contemplar y venerar amorosamente la imagen de la Asunción de la Virgen colocada en el presbiterio sobre una sencilla pilastra, para poder dirigir nuestra mirada a esta sagrada representación de la glorificación de María, y así poder dirigir a la Madre del Señor nuestra plegaria ante su sagrada imagen. La talla de la Asunción de la María es una pieza muy hermosa que el Obispo Don Alfonso Ródenas García introdujo en la Catedral de Almería al comienzo de los años cincuenta, y para la cual este venerable predecesor mío, benemérito Obispo diocesano, concibió el retablo que encargó a Jesús de Perceval, para que sustituyera al bello retablo que fue destruido en la persecución religiosa del pasado siglo. Por esta razón, la imagen de la Asunción de la Virgen debía volver a su lugar, la hornacina central del retablo que el artista indaliano compuso para la antigua Capilla del Sagrario, recito catedralicio ahora conocido como Capilla de la Asunción.

Colocada en su lugar después de haber sido hermoseada, eliminando la pátina de suciedad que los años de culto acumulaban sobre la policromía de la talla, y una vez rehabilitada la Capilla de la Asunción, finalmente reabrirse al culto, la imagen de la Asunción se encuentra donde debía estar. La capilla luce el nuevo ordenamiento del retablo, y una vez liberada de las humedades que se habían hecho crónicas, su apertura tuvo lugar el pasado día once de los corrientes, con la misa de dedicación que presidí y fue concelebrada por el Cabildo Catedral, en la cual bendije el nuevo ambón y consagré el nuevo altar.

Con ello el presbiterio perdía la imagen de la Asunción, que estos años nos ha acompañado como presencia en imagen de la Santísima Virgen. Por lo cual se hacía necesario contar con una nueva imagen de Nuestra Señora que tuviera su lugar definitivo en el presbiterio de la Catedral. Desde hace algún tiempo, en la medida en que se imponía la conveniencia de devolver la imagen de la Asunción a su retablo propio, fuimos madurando en la comunidad de la Catedral la idea de contar con una nueva imagen para el presbiterio. Tomada la decisión, se hizo preciso estudiar bien la representación de la Virgen que mejor se acomodara a la iglesia Catedral, por hallarse dedicada a la Encarnación del Verbo. Ha sido la propia dedicación de la catedral a la Anunciación del Señor la que motivó la elección realizada de contar con una maternidad de la Virgen María, que vino a ser Madre Dios (Theotókos) por la Encarnación en sus entrañas del Hijo eterno de Dios, “fruto bendito del vientre de Santa María Virgen”. El Concilio nos ha ofrecido amplia legitimación teológica para contemplar a María y acudir a ella en razón de su divina maternidad.

La imagen de la Virgen motivada por el misterio de su Inmaculada Concepción se halla arraigada en nuestra historia, y poseemos bellas ejecuciones pictóricas y escultóricas de la Inmaculada. Entre las representaciones de María que se hallan en la Catedral, se encuentra la Inmaculada de José Antolínez (1635-1675), una pintura de extraordinaria belleza y valor artístico; y la escultura de la del Inmaculada del trascoro, de rostro verdaderamente inefable y autoría anónima.

De este modo tomé la decisión de que la imagen del presbiterio fuera una maternidad de la Virgen que, al estilo de tantas representaciones de la Virgen Madre con las que cuenta la historia de la imaginería mariana, en los distintos estilos que se han ido sucediendo. Era necesario que la nueva imagen mostrara a los fieles a Aquel que nació de su vientre para ser nuestro Redentor. Por eso, la imagen que bendeciré el próximo día 25, Dios mediante, es una hermosa representación de la Virgen María como Madre del Hijo de Dios, que se encarnó en su seno virginal y se hizo hombre por nosotros y por nuestra salvación.

Volviendo al Vaticano II, recordemos uno de los pasajes del capítulo VIII de la Constitución Lumen gentium, en él cual se contiene la razón del culto a la Virgen Madre y el título de su singular lugar en la historia de nuestra salvación. Dice el Concilio que «fue común llamar a la Madre de Dios toda santa, libre de toda mancha de pecado, como si fuera una criatura nueva, creada y formada por el Espíritu Santo», para añadir a continuación: «Enriquecida desde el primer instante de su concepción con una resplandeciente santidad del todo singular, la Virgen de Nazaret es saludada por el ángel de la Anunciación, por encargo de Dios, como llena de gracia (Lc 1,28). Y ella responde al enviado del cielo: He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra (Lc 1,38). Así, María, hija de Adán, dando su consentimiento a la palabra de Dios, se convirtió en Madre de Jesús (…) Y, en efecto, desde los tiempos más antiguos, se venera a la Santísima Virgen con el título de “Madre de Dios”, bajo cuya protección se acogen los fieles suplicantes en todos sus peligros y necesidades»[3].

María, al entregarnos a Jesús nos ha dado el don supremo de la salvación, por eso no podemos nunca separarla del Hijo de Dios, porque el Padre de las misericordias quiso que llegara hasta nosotros encarnándose en María, para ser nuestro hermano y Salvador. Por esto me ha parecido propio que el título o advocación que la sagrada imagen de la Virgen que colocamos en el presbiterio de nuestra Catedral sea el de Nuestra Señora de la Encarnación. Es el mismo título que lleva la Catedral, para que así este misterio de Cristo y de María, presente en la preciosa pintura de la Anunciación de Alonso Cano, en las vidrieras del crucero y en los bajorrelieves del expositor del tabernáculo se nos revele en el fruto bendito del seno de la Virgen María: para que se haga visible en esta nueva imagen la maternidad divina de María. Misterio de fe que ha cobrado expresión de gran belleza en la imagen tallada y policromada con todo primor, y ornamentada con hermoso estofado en los Talleres de Arte Sacro Granda, de Madrid. Un trabajo de arte al servicio de la fe que se ha realizado siguiendo las orientaciones de la Iglesia, y después de ver y tomar en consideración algunas imágenes y diversos diseños hasta lograr madurar debidamente la imagen que ahora vamos a contemplar.

Quiera Cristo Jesús, Hijo de Dios, que quiso recibir nuestra humana naturaleza por María, acoger las súplicas que coloquemos ante la imagen de su Madre, Señora y Abogada nuestra, para que como Mediador único entre Dios y los hombres, por María que nos lleva siempre a Él podamos alcanzar lo que no merecen nuestros pecados, pero Dios Padre nos concede por su misericordia, porque todo nos lo ha dado con Él, que es su verbo y su fuerza, nuestro Redentor y Señor Jesucristo, que vive y reina por los siglos.

Invito a cuantos puedan participar en la santa misa de bendición, en la que la acción sagrada será enaltecida por la música coral de los coros de la Ciudad de Almería y la orquesta de la Escuela Municipal de la Ciudad de Roquetas del Mar, para mayor gloria de Dios y alabanza de la Virgen Madre.

Con todo afecto y bendición.

Almería, a 21 de noviembre de 2017

Fiesta de la Presentación de la Virgen

+ Adolfo González Montes

Obispo de Almería

 

[1] Misal Romano: Antífona de entrada de la Misa de la Asunción de María.

[2] Vaticano II, Constitución dogmática sobre la Iglesia Lumen gentium, n.66.

[3] LG., nn. 56 y 66.

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