ALOCUCIÓN EN LA PLAZA CIRCULAR DE ALMERÍA
Queridos diocesanos:
Un año más nos ha concedido el Señor acompañar la sagrada imagen de la Santísima Virgen del Mar, nuestra Patrona, en esta procesión de alabanzas en su honor. Queremos agradecer al Señor el don de la Virgen Madre, porque por medio de María hemos recibido la salvación del mundo, Cristo nuestro Señor Hijo de Dios y salvador de los hombres. Somos muchos, en verdad, los que venimos acompañando la imagen de la Virgen, y cabe esperar que nuestro testimonio en el mundo de hoy resulte convincente. Para que así sea es necesario que nuestra fe la podamos ofrecer a todos nuestros conciudadanos como el más preciado valor que gobierna nuestra vida y esto sólo es posible si vivos de modo coherente a la fe que decimos tener.
Dejad que con la carta que dirigía a todos los diocesanos, también ahora me pregunte: ¿por qué tantos cristianos viven como si no lo fueran, como si no profesaran la fe en Cristo que hemos recibido de las generaciones que nos han precedido? Si el Evangelio de Cristo no inspira nuestra conducta, nuestra piedad popular pierde su sentido, se quedará tan sólo en un sentimiento religioso, por hondo que pueda ser.
Si acompañamos la imagen sagrada de la Virgen en esta tradicional procesión de alabanzas en su honor, hagamos memoria de nuestro bautismo y dejemos que la Madre de Cristo Redentor, que es también madre espiritual de la Iglesia y de cada uno de los discípulos de Jesús que queremos ser, nos acompañe con maternal ternura y nos lleve hasta él, para que reconozcamos en Jesús, el hijo de María a aquel que es el Hijo de Dios, al Salvador del mundo, nuestro hermano y Señor. Él es el camino, la verdad y la vida, y a Dios Padre sólo se llega por medio de él (cf. Jn 14,5-6). Con Jesús, hijo de María se ilumina la existencia humana y nuestro destino final: la felicidad que Dios promete a quienes le aman y guardan los mandamientos. Pidamos a María que nos lleve a Jesús y, vueltos una vez más hacia su imagen bendita, pidamos su maternal intercesión por nosotros:
Virgen Madre de Cristo Jesús, Reina y Señora nuestra:
Míranos a tus plantas para suplicar a Jesús de tu mano que nos revele el amor y la misericordia que Dios Padre ofrece a todos los hombres.
Queremos ver a Jesús y pedir el amor del Padre, especialmente para cuantos se han alejado de la Iglesia y viven al margen de los mandamientos de Dios.
Tú, que diste a luz a Jesús y nos lo entregaste como el tesoro preciado de Dios, conoces mejor que nosotros aquellas palabras del Padre sobre transfigurado ante sus discípulos más íntimos: «Este es mi Hijo amado, en quien me complazco; escuchadle» (Mc 9,7; Mt 17,5).
Queremos escuchar a Jesús y hacer realidad en nuestra vida el mandamiento del amor que nos dejó como testamento: «Si me amáis, guardaréis mis mandamientos» (Jn 14,15a).
Ayúdanos a cumplir el mandato de Jesús y abrir nuestro corazón a cuantos necesitan de nosotros, sin detenernos en las dificultades con las tantas veces tropezamos para hacer realidad este mandamiento de amor.
Madre de misericordia y dulce esperanza nuestra, tú que eres la «estrella de los mares» e iluminas la nave de nuestra vida camino del puerto seguro que es Jesús, guíanos hasta él. Ayúdanos a darlo a conocer a quienes lo desconocen y a llevarlo a los que carecen completamente de él, porque aún no han oído hablar de él o le cierran la puerta de su corazón y no aprecian el don inmerecido de haber sido redimidos en su cruz y haber conocido que en él está la vida y la salvación del mundo. Amén
Dios te salve, María…
En la Plaza Circular de Almería, ante las plantas de la Virgen del Mar frente al Mediterráneo
25 de agosto de 2019
+ Adolfo González Montes
Obispo de Almería